ENCARNACIÓN DE LOS ESPÍRITUS
I.- Finalidad de la
encarnación
132. ¿Qué objeto tiene la
encarnación de los Espíritus?
- Dios se la impone con el
propósito de hacerlos alcanzar la perfección. Para unos constituye una
expiación; para otros, una misión. Pero, para llegar a esa perfección deben
sufrir todas las vicisitudes de la existencia corporal: en ello reside la
expiación. La encarnación tiene asimismo otra finalidad, consiste en poner al
Espíritu en condiciones de afrontar la parte que le cabe en la obra de la
Creación. Para cumplirla, toma en cada mundo un instrumento de acuerdo con la
materia esencial de ese globo a fin de ejecutar, desde ese punto de vista, las
órdenes de Dios. De modo que, cooperando a la obra general, progrese él mismo.
La acción de los seres
corpóreos es necesaria a la marcha del Universo. Pero con su sabiduría quiso
Dios que en esa acción misma aquéllos encontraban un medio de progresar y
acercarse a Él. Así, por una ley admirable de su providencia, todo se eslabona,
todo es solidario en la Naturaleza.
133. Los Espíritus que desde el
comienzo siguieron el camino del bien ¿tienen necesidad de la encarnación?
- Todos ellos son creados
simples e ignorantes, y se instruyen en las luchas y tribulaciones de la vida
corporal. Siendo justo, no podía Dios hacer dichosos a algunos sin penas ni
trabajos y, por tanto, sin mérito.
133 a. Pero entonces ¿de qué
vale a esos Espíritus haber seguido la senda del bien, si ello no les exime de
las penas de la existencia corporal?
- Llegan más
pronto a la meta. Además, los pesares de la vida son muchas veces la
consecuencia de la imperfección del Espíritu. Cuanto menos imperfecciones
tenga, tanto menores serán los tormentos que padezca. Aquel que no es envidioso
ni celoso, avaro ni ambicioso, no sufrirá los suplicios que de esos defectos
nacen.
II.- Del alma
134. ¿Qué es el alma?
- Un Espíritu encarnado.
134 a. ¿Qué era el alma antes
de unirse al cuerpo?
- Espíritu.
134 b. En consecuencia, ¿las
almas y los Espíritus son la misma cosa?
- En efecto, las almas no son
sino los Espíritus. Antes de unirse al cuerpo, el alma es uno de los Seres
inteligentes que pueblan el Mundo Invisible y que se revisten temporariamente
de una envoltura carnal, para purificarse y esclarecerse.
135. ¿Hay en el hombre otra
cosa fuera del alma y el cuerpo?
- Existe el vínculo o lazo que
une el alma con el cuerpo.
135 a. ¿Cuál es la naturaleza
de ese vínculo?
- Semimaterial, esto es,
intermedia entre la naturaleza del Espíritu y el cuerpo. Y ello es necesario
para que ambos puedan comunicarse el uno con el otro. Mediante ese lazo obra el
Espíritu sobre la materia, y viceversa.
Así pues, el hombre está
formado por tres partes esenciales, a saber:
Primera: El cuerpo, o ser
material, análogo al de los animales y animado por el mismo principio vital.
Segunda: El alma, Espíritu
encarnado cuya habitación es el cuerpo.
Tercera: El principio
intermediario, o periespíritu, sustancia semimaterial que sirve de
primera envoltura al Espíritu y une el alma con el cuerpo. Tales son, en un
fruto, el germen, el periespermo y la corteza.
136. ¿Es independiente el alma
del principio vital?
- El cuerpo no es sino la
envoltura, sin cesar lo estamos repitiendo.
136 a. ¿Puede el cuerpo existir
sin el alma?
- Si, y sin embargo, tan pronto
el cuerpo cesa de vivir, el alma lo deja. Antes del nacimiento no hay todavía
una unión definitiva entre el alma y el cuerpo. Luego que esta unión se ha
establecido, la muerte del cuerpo rompe los lazos que lo unen al alma y ésta abandona
a aquél. La vida orgánica puede animar un cuerpo sin alma, pero esta última no
puede habitar un cuerpo privado de vida orgánica.
136 b. ¿Qué sería nuestro
cuerpo si no existiera el alma?
- Una masa de carne sin
inteligencia, todo lo que queráis, excepto un ser humano.
137. Un mismo Espíritu ¿puede
encarnar en dos cuerpos diferentes a la vez?
- No: el Espíritu es indivisible
y no puede animar simultáneamente a dos seres distintos. (Véase, en El libro
de los Médiums, el Capítulo “Bicorporeidad y transfiguración”).
138. ¿Qué pensar de la opinión
de aquellos que consideran al alma como el principio de la vida material?
- Es una cuestión de palabras,
que no nos interesa. Comenzad por entenderos vosotros mismos.
139. Ciertos Espíritus, y con
anterioridad a ellos algunos filósofos, definieron el alma como “una chispa
anímica emanada del Gran Todo”. ¿A qué se debe esta contradicción?
- No hay tal contradicción.
Depende del significado de las palabras. ¿Por qué no tenéis un vocablo para
cada cosa?
El término “alma” se emplea
para expresar cosas muy diferentes. Unos llaman así al principio de la vida, y
en esta significación es exacto decir en
sentido figurado, que el alma es una chispa anímica emanada del Gran Todo.
Estas últimas palabras describen la fuente universal del principio vital, del
que cada Ser absorbe una porción y que retorna a la masa después de la muerte.
Tal idea no excluye en modo alguno la de un Ser moral distinto, independiente
de la materia y que conserva su individualidad. A ese Ser se le denomina
igualmente alma, y en esta acepción se puede decir que el alma es un Espíritu
encarnado. Al ofrecer diversas definiciones del alma, los Espíritus han hablado
conforme a la aplicación que daban a la palabra y según las ideas terrenas de
que estaban todavía más o menos imbuidos. Esto proviene de a insuficiencia del
lenguaje humano, que no posee un vocablo para expresar cada idea, de ahí el
origen de una multitud de errores y de discusiones. He aquí por qué los
Espíritus superiores nos recomiendan que nos entendamos primero acerca del
significado de las palabras. 37
140. ¿Qué pensar de la teoría
que considera al alma subdividida en tantas partes como músculos hay, y
presidiendo así cada una de las funciones corporales?
- Ello depende una vez más del
sentido que se dé al término alma. Si se entiende por ello al fluido vital,
entonces se tiene razón, pero si se entiende por alma al Espíritu encarnado, se
está en un error. Ya lo hemos dicho: el Espíritu es indivisible: transmite a
los órganos el movimiento sirviéndose para ello del fluido intermediario, sin
que por esto se divida.
140 a. Con todo, hay Espíritus
que han ofrecido esa definición…
- Los Espíritus ignorantes
pueden tomar el efecto por la causa.
El alma obra por intermedio
de los órganos y éstos se hallan animados por el fluido vital, que se reparte
entre ellos, y con mayor abundancia en aquellos que constituyen los centros o
focos del movimiento. Pero esta explicación no conviene al alma, si se la
conceptúa como el Espíritu que habita el cuerpo durante la vida y lo deja al
sobrevenir la muerte.
141. ¿Hay algo de verdad en la
opinión de quienes piensan que el alma es exterior y circunda al cuerpo?
- El alma no se encuentra
encerrada en el cuerpo, como el pájaro en la jaula. Ella irradia y se
manifiesta fuera de aquél, al modo de la luz a través de un globo de vidrio, o
como el sonido en torno de un centro sonoro. Así pues, se puede decir que el
alma es externa, pero no por ello será la envoltura del cuerpo. El alma posee
dos envolturas: la primera sutil y leve, que tú llamas periespíritu. La
otra grosera, material y pesada, que es el cuerpo. El alma constituye el centro
de las dos envolturas, así como la pepita o almendra en el carozo, según ya
manifestamos.
142. ¿Qué decir de esa otra
teoría según la cual el alma, en el niño, se completa en cada período de la
vida?
- El Espíritu es sólo uno. Está
entero en el niño así como en el adulto. Los que se desarrollan y se completan
son los órganos, o instrumentos de las manifestaciones del alma. Una vez más se
confunde el efecto con la causa.
143. ¿Por qué todos los
Espíritus no definen al alma de la misma manera?
- Los Espíritus no están todos
igualmente ilustrados acerca de estas materias. Los hay todavía limitados, que
no comprenden las cosas abstractas. Sucede lo mismo con los niños, entre
vosotros. Existen asimismo Espíritus pedantes o pseudo-sabios, que hacen
ostentación de palabras para imponerse. Y esto también acontece entre vosotros.
Por otra parte, los mismos Espíritus esclarecidos pueden expresarse en términos
diferentes, que en el fondo tienen el mismo valor, sobre todo cuando se trata
de cosas que vuestro lenguaje es incapaz de traducir con claridad. Se requieren
metáforas y comparaciones que vosotros tomáis por la realidad.
144. ¿Qué se ha de entender por
“el alma del mundo”?
- Es el principio universal de
la vida y de la inteligencia, de donde nacen las individualidades. Pero,
quienes se valen de esas palabras muchas veces ni se comprenden a sí mismos. El
vocablo alma es tan elástico que cada cual lo interpreta según su fantasía. En
ocasiones se ha atribuido asimismo un alma a la Tierra. Hay que entender por
esto al conjunto de los Espíritus abnegados que encaminan vuestras acciones por
la senda correcta cuando les hacéis caso y que, en cierto modo, son los
encargados de la ejecución del pensamiento de Dios en vuestro mundo.
145. ¿Cómo es que tantos
filósofos, antiguos y modernos, han discutido durante tanto tiempo sobre la
ciencia psicológica sin haber llegado a la verdad?
- Aquellos hombres fueron los
precursores de la Doctrina Espírita eterna. Prepararon el camino. Y puesto que
eran seres humanos han podido equivocarse, porque confundieron sus propias
ideas con la verdad. Pero sus mismos errores, mostrando lo verdadero y lo falso
de sus doctrinas, ponen en evidencia a aquélla. Por lo demás, entre tales
errores se encuentran grandes verdades, que un estudio comparativo puede
haceros comprender.
146. ¿Tiene al alma una sede
determinada y circunscripta en el cuerpo?
- No, pero reside más
particularmente en la cabeza, en los grandes genios, en todos aquellos que
piensan mucho, y en el corazón en aquellos otros cuyos sentimientos y acciones
son benéficos para la humanidad toda.
146 a. ¿Qué pensar de la
opinión de quienes sitúan el alma en un centro vital?
- Equivale a decir que el
Espíritu habita más bien esa parte de vuestro organismo, porque allí confluyen
todas las sensaciones. Los que la sitúan en lo que consideran el centro de la
vitalidad la confunden con el fluido o principio vital. Con todo, se puede
afirmar que el asiento del alma reside con más particularidad en los órganos
que sirven a las manifestaciones intelectivas y morales.
III.- Materialismo
147. ¿Por qué los anatomistas,
fisiólogos y, en general, aquellos que profundizan las ciencias de la
Naturaleza son llevados tan a menudo al materialismo?
- El fisiólogo relaciona todo
con lo que ve. Orgullo de los hombres que creen saberlo todo y no admiten que
algo pueda exceder a su entendimiento. Su ciencia misma los torna presuntuosos.
Piensan que la Naturaleza no puede ocultarles nada.
148. ¿No es lamentable que el
materialismo sea una consecuencia de estudios que debieran, por el contrario,
mostrar al hombre la superioridad de la inteligencia que gobierna al mundo?
¿Habrá que concluir de ahí que tales estudios son peligrosos?
- No es cierto que el
materialismo sea una consecuencia de esos estudios. Es el hombre el que extrae
de ellos falsas conclusiones, porque puede abusar de todo, hasta de las mejores
cosas. Además, la nada los aterra más de lo que quieren aparentar, y los
“espíritus fuertes "son muchas veces más pedantes que valientes. La
mayoría de ellos sólo son materialistas porque no tienen nada con que llenar el
vacío de ese abismo que ante ellos se abre. Mostradle una tabla de salvación y
se aferrarán a ella con prisa.
Por una aberración de la inteligencia hay personas que
sólo ven en los seres orgánicos la acción de la materia y relacionan con ella
todos nuestros actos. No han visto en el cuerpo humano más que la máquina
eléctrica. Sólo estudiaron el mecanismo de la vida en el funcionamiento de
los órganos. Han presenciado con frecuencia cómo se extinguía la vida por la
ruptura de un hilo y sólo vieron ese hilo… Buscaron, por si quedaba algo, y
como no encontraron sino la materia, que se había tornado inerte, no vieron el
alma escaparse de aquélla y no pudieron aprehenderla, por lo que concluyeron en
que todo residía en las propiedades de la materia y que, por tanto, después de
la muerte, el pensamiento se reducía a la nada. Triste conclusión, si así
fuera, porque entonces el bien y el mal no tendrían sentido, al hombre le asistiría
la razón al no pensar más que en sí mismo y poner por encima de todo la
satisfacción de sus goces materiales. Los vínculos sociales se romperían y lo
propio sucedería con los más nobles afectos. Felizmente, estas ideas están
lejos de ser generales. Incluso se puede afirmar que se hallan muy circunscritas
y representan sólo opiniones individuales, porque en ninguna parte han sido
erigidas en doctrina. Una sociedad que se basara sobre tales cimientos llevaría
en sí misma el germen de su disolución y sus miembros se destrozarían
recíprocamente, como bestias feroces.
El ser humano posee por instinto
la convicción de que para él no todo termina junto con la vida. La nada le
horroriza. En vano se han resistido los hombres al pensamiento del porvenir,
pues cuando el supremo instante les llega, pocos dejan de preguntarse qué será
de ellos. Porque la idea de dejar la vida para siempre tiene algo de
desgarrante. En efecto, ¿quién podría afrontar con indiferencia la perspectiva
de una separación absoluta, eterna, de todo lo que amó? ¿Quién sería capaz de
ver sin pánico abrirse ante él el inmenso abismo de la nada, adonde irían a
sumergirse para siempre todas sus facultades y esperanzas?, y decirse: “¡Y qué!
Después de mí, nada, sólo el vacío; pronto no quedará huella alguna de mi paso
por la Tierra; incluso el bien que haya realizado será echado al olvido por los
ingratos que me lo deben; y ¡nada para compensar todo eso, ninguna otra
perspectiva que la de mi cuerpo roído por los gusanos!”
¿No
tiene este cuadro algo de horroroso y glacial? La religión nos enseña que no
puede ser así y la razón nos lo confirma. Pero esa existencia futura, vaga e indefinida, no
posee nada que satisfaga nuestro apego a lo positivo, y es esto lo que en
muchas personas engendra la duda. Tenemos un alma, admitido. Pero ¿qué es
nuestra alma? ¿Posee ella una forma o apariencia? ¿Es un ser limitado
indefinido? Unos dicen que constituye un soplo de Dios, otros que es una
chispa, y los hay también que la conceptúan una parte del Gran Todo, principio
de la vida y de la inteligencia, pero ¿qué nos enseña todo esto? ¿De qué nos
sirve poseer un alma si después de la muerte ella se confundirá en la
inmensidad, al modo de las gotas de agua en el océano? ¿Acaso la pérdida de
nuestra individualidad no equivale a la nada, para nosotros? Se afirma asimismo
que el alma es inmaterial, pero una cosa inmaterial no podría tener
proporciones definidas, de modo que para nosotros esto no significa nada.
También nos enseña la religión que seremos dichosos o desventurados, según el
bien o el mal que hayamos hecho. Pero ¿en qué consiste esa felicidad que en el
seno de Dios nos aguarda? ¿Se trata de una beatitud, de una eterna
contemplación, sin otra cosa que hacer fuera de entonar loas al Creador? Las
llamas del infierno ¿son una realidad o apenas un símbolo? La propia Iglesia
las interpreta en esta última significación, mas ¿cuáles son los sufrimientos
que allá padeceremos? ¿Dónde está ese lugar de suplicios? En pocas palabras,
¿qué se hace y se ve en ese mundo que a todos nos espera? Dicen que nadie ha
vuelto de él para revelárnoslo. Es este un error, y la misión del Espiritismo
consiste precisamente en ilustrarnos acerca de ese porvenir, hacer que hasta
cierto punto lo toquemos con el dedo y lo veamos con nuestros propios ojos, no
mediante el razonamiento, sino por medio de los hechos. Gracias a las
comunicaciones espíritas esto no constituye ya una presunción, una probabilidad
sobre la cual cada uno de nosotros pueda tejer sus fantasías, y que los poetas
hermoseen con sus ficciones o siembren imágenes alegóricas que nos seduzcan: la
que se nos muestra es la realidad, porque son los mismos Seres de ultratumba
los que acuden a nosotros para describirnos su situación y contarnos lo que
están haciendo, permitiéndonos asistir –si así vale decirlo- a todas las
peripecias de su nueva vida, y mostrándonos por ese medio la suerte inevitable
que no está reservada, conforme a nuestros méritos o malas acciones. ¿Hay en
esto algo de antirreligioso? Muy por el contrario, ya que los incrédulos
encuentran en ello la fe y los tibios un acrecentamiento de su fervor y
confianza. El Espiritismo es, por tanto, el más poderoso auxiliar de la
religión. Y por serlo, Dios lo permite, y lo permite para reanimar nuestras tambaleantes
esperanzas y conducirnos a la senda del bien mediante la perspectiva del
porvenir.
Fragmento de EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
allan kardec