La entrevista
Somos
tres amigos reunidos en la casa que alquila Oscar, muy cerca de donde duermen
los muertos y lloran los vivos.
Transitamos la década del noventa y el
neoliberalismo reina en el país. Muchas
veces llevamos la misma ropa por una semana
y no nos bañamos todos los días. Siempre escuchamos rock, esa tarde nos
deleitamos con Nirvana. La sala
principal tiene colgado un retrato del Che, confeccionado por el tenedor de la
casa. También hay un afiche de Altamira presidente. Mauricio comenta que su
padre está más molesto que lo habitual, ya que todos los malditos días insiste
con la idea de que busque un empleo porque está cansado de mantenerlo sin que
él no haga nada. Oscar, continuando la
charla, expresa que necesita también de
un laburo porque hace dos meses que no
paga el alquiler; además tiene el deseo de adquirir una batería. Tenemos que
cumplir con nuestro deber.
Por mi parte, agrego, que podríamos ir a
buscar un empleo en la fábrica los tres juntos.
Mauricio insinuó que es una explotación ser
operario, pero lo positivo es que tiene una buena paga. Oscar muy interesado pregunta ¿Y cómo hay que
hacer?
Respondo diciendo que lo primero que debemos
hacer es llenar una solicitud de empleo. Añado que el formulario lo entregan en
la entrada de la planta, después hay que esperar a que te llamen para someterte a exámenes médicos y , por
último, te hacen firmar un contrato. ¿Y cómo es el contrato?, pregunta
nuevamente Oscar.
Mauricio explica que el contrato laboral es
por un mes y por dos años te lo renuevan
mes a mes, hasta el contrato definitivo.
Al cumplirse dos años de estar empleado precariamente el empleador tiene la
obligación de tomar en efectivo al operario. Oscar repuso que lo más probable
es que nos rajen antes que se cumpla ese plazo de dos años.
Igualmente, digo, vamos con la idea de
laburar un tiempo. No nos quedaremos trabajando como negros toda la vida y
mucho menos dejándonos explotar. Sí buena idea manifestó el resto.
Convenimos que iríamos a la mañana
siguiente.
Antes de despedirnos Mauricio pregunta ¿Nos
afeitamos para mañana? A lo que contesto “No que nos vamos afeitar… Vamos a demostrarles que tenemos
personalidad."
Nos volvimos a reunir tarde, ya que no
habíamos fijado una hora determinada de
cita.
Cerca del mediodía arrancamos caminando
encorvados y aplomados y el sol de tono amarillo enfermo provoca que mis manos
estén mojadas.
Charlamos alegremente de los discos
compactos que nos compraríamos. Mauricio
nos relata de un tatuaje que quiere realizarse en el brazo, consiste en un ojo
alado que recurrentemente se le aparece
en sueños. Nuestros pasos son lentos como si cargáramos el peso de una mesada.
Nos detenemos frecuentemente con excusas
tontas, como si no quisiéramos llegar al final del recorrido.
En la travesía cuento el número de las
ventanas, si es par o impar buscando descifrar el destino de nuestra
suerte.
Cuando observamos el humo de las chimeneas
nuestros rostros se transforman en gravedad. Parecemos un luto mudo. La
angustia silenciosa se apodera de nosotros y nos quita violentamente el buen humor. Somos tres zombis ensimismados
marchando.
Enciendo un cigarrillo para despistar y
tímidamente nos acercamos a la entrada del establecimiento.
Nos arrimamos como liebres perseguidas por
una jauría a la garita de seguridad. El guardia sale de su perrera y nos detiene el paso. Pregunta,
¿qué buscan acá?
Oscar asumió la voz y responde “Venimos a
buscar solicitudes para trabajar”. El custodio con cara de escuerzo inflado y
burlándose contesta “Ya no quedan,
sí quieren pasen dentro de unos
meses."
Suspiramos y como gatos que no tienen
apetito respondimos a coro: “Gracias”.
Los tres nos sacamos esa gran carga de la
mochila.
En el recorrido de regreso la alegría sobreviene como un gol de Boca. Y
dije, “che y mira si nos llamaban a laburar”. Los tres nos reímos. Finalmente en la casa de Oscar tomamos unos
mates escuchando Alice in Chains.
Por
N.M. F.