viernes, 1 de enero de 2016

A través de una ventana

A través de una ventana
  
  La noche se presenta sombría y doliente. El desasosiego, por ausencia de sueño, me invita a callejear. La última imagen grabada en mi retina es que vino un circo ruso y todo el pueblo quedo atrapado bajo una carpa; luego tomo la campera de jean y acompañado con las lágrimas de la luna camino esquivando charcos por las viejas calles.  
  Nadie puede vivir en este mundo si no está aferrado a algo y en un pueblo mistongo es fácil, para quién no tiene un cobre, confundirse entre la gente. El silencio de la noche es mi confidente porque calla, digo en mi interior que hay hechos que no pueden cambiarse y un problema que no tienen solución no es un problema.
  Atravieso la plaza oliendo el alquitrán que proviene de los eucaliptos.
  El bar Solos y Solas tiene las puertas abiertas a los solitarios, aquí no te das cuenta que estás triste. Cuando paso por la vereda del bar veo a Damián, del otro lado de una ventana, ermitaño en una mesa con ojos vidriosos me invita a que me acerque. Damián es uno de los pocos y buenos compañeros que tuve en la secundaria. No puedo estar solo y esa es mi contrariedad. Sin la sociedad el hombre se transforma en una bestia.
  Coloco la campera en el respaldo de la silla y me acomodo.
  -Gustavo... yo invito el primer trago.
  -¿Sabes que andan diciendo en este pueblo de mierda?
  -No... contame.
  -Que con un palo perseguía a dos chicas.
  -Siempre están inventando alguna basura por el estilo y el gentío crea algo que teme... yo sé quién sos vos... no me importa lo que digan.
  -No sé por qué motivo me pusieron el traje de loco. La masa a veces inventa cosas que tienen en su fantasía... a mucha gente le agrada escuchar farabutes.
  -¡No te atormentes con eso! El tiempo se lleva todo y este infierno siempre pasa... se puede prever un paro cardíaco, pero nadie puede prever una mentira... el mundo es injusto...
  -Hay gente que no quiere dejar vivir a los demás y viven ensuciando. Lo que aceptas te cambia y lo que niegas te esclaviza. Muchas veces no se acepta la verdad porque no se quiere, cada uno ve lo que quiere ver. La mentira no se olvida y por eso duele más tiempo...
  -¡No tenés que darle bola a lo que dicen! Siempre es el mismo circuito: Un envidioso inventa un farabute y un chismoso agrega algo más y lo desparrama.
  -Schopenahuer escribió que el hombre que no descubre la verdad sigue siendo insaciable... es como un hámster que se afana de correr en la rueda de su jaula, sin avanzar ni un centímetro a pesar de todo su esfuerzo...
  En los parlantes suena la canción Manicomio Gris de Peligrosos Gorriones. Si una persona no hace nada en su presente le llevará mucho tiempo cambiar, es ridículo pensar que todo va a cambiar en el futuro sin modificar el presente. Aunque cambiar de punto de vista es un adelanto. Muchas veces la realidad de cada uno depende de cómo se ven las cosas. Damián cruza su pierna derecha sobre la izquierda imitando mi postura como un espejo.  Y expresa:
  -Las personas solo aprenden lo que descubren por sí misma... para llegar a la verdad tiene que haber la intención de adquirirla intencionalmente... querer explicarle a alguien con palabras en qué consiste la fe, por ejemplo, es como querer saciar de pan a alguien con solo mirarlo.
  -Ciertamente Damián... a una persona no la compromete una idea o un pensamiento... lo que retrata a una persona son sus actos.
  -Sí hay algo difícil es intentar cambiar los hábitos de una persona... el hombre es un animal de costumbres y lo que hace la mayor parte del tiempo constituye su religión.
  -"Quién me tiene por un hilo no es fuerte, fuerte es el hilo" dice Porchia y un gran filósofo afirma que si fuera posible penetrar profundamente en la manera en que un hombre conforma sus acciones, hasta el más mínimo detalle, y al mismo tiempo las causas exteriores... se podría predecir con mucha certeza la conducta de ese hombre en lo futuro...
  No hay que esperar que otro haga lo que vos tenés que hacer.
   Damían se encuentra como un trompo que le cuesta sostenerse. Yo, antes de llegar al punto de embriaguez, abandono el alcohol y de madrugada arrastro los pies que buscan mi territorio. La luna ha dejado de soltar lágrimas y alumbra mi camino. Cuando llego, un viejo poster de Hermética en la pared ruega no caerse. No soy alegre; sin embargo, da la impresión que la alegría me acompaña.
  En el silencio del atorradero me recuesto en la catrera y escucho una voz suave, como la de un ángel, que me dicta una parábola: "Existen dos clases de frutos. Hay frutos que son verdes y se mantienen aferrados al árbol y también existen frutos maduros que son los que se desprenden y renuncian a sus ligaduras. El fruto representa al hombre y el árbol simboliza la vanidad."

nf