dr. T
Hace tiempo tenía en la cabeza escribir sobre
el doctor T; sobretodo los motivos que hicieron que huyera de este pueblo. Lo zafaría
un hermano taquero, de no ser así hubiera terminado en cana. El comienzo del segundo
milenio lo recibía muy bien al doctor T; ya que cobraba una buena guita por herencia
de su padre (que había dejado mucho dinero en una cuenta corriente del banco
provincia). Inmediatamente innovaba la casa con reformas, había mandado colocar
una barra en la cocina y cambiaba los azulejos del baño, entre otras cosas. La vivía
bien vivida entre buenos vinos y buenos cigarrillos; hasta había contratado a
una chaqueña que le limpiaba la casa. Según él, se la cogía. Aunque el festín duro poco y la grela volvería
a ocupar su lugar.
Es bueno poseer una pequeña fortuna para no
estar obligado a conseguir dinero. Tener dinero es grato, pero breve.
La primera vez que lo vi pasaba caminando
enfrente de mi casa con saco de vestir (hacía calor) y con una prominente barba
que parecía Fidel Castro. Mi padre me decía "Ese que va ahí es el doctor
trucho... es candidato a intendente del MODIN". El médico trucho era un
cuarentón colorado, grandote y con fama de malicioso.
Cuando me encontraba cansado de manguear
puchos en la calle diciendo "Me podes invitar un cigarrillo", marchaba
al aguantadero. A mí no me caía bien el doctor T, pero iba cuando no me quedaba
otra. Al doctor T lo conocí porque teníamos de amigo en común al poeta Patricio.
Lo llamábamos así porque conocimos una historia sobre él. Resultaba que T, sin
ser médico, ejerció ilegalmente la medicina, de allí su apodo. T por trucho y
por su apellido Terranova, era un tipo del que era mejor estar lejos, aunque
muchas veces las ganas de fumar me llevaba.
Ir a lo del médico trucho era una mala
manera de hacer tiempo; la casa olía siempre
a alquitrán y acudían borrachos, políticos fracasados, malos escritores y perdedores
en general. Por lo general, cuando se le preguntaba a alguien que se encontraba
en la casa de Terranova ¿Que hacía? o ¿A
qué se dedicaba?, respondía "Desocupado". Aunque tenía algo muy
atrayente: su biblioteca privada. Muchas veces con el amigo poeta planeábamos
afanarles algunos libros. Un día me había llevado dos libros prestados y solo
di aviso de uno. Las paredes desnudas del interior de la casa estaban todas pintadas de blanco, parecía un
hospital.
Proyectábamos organizar una ONG para pedir
subsidios al gobierno, entre otras cosas, íbamos a invertir en tres computadoras.
El doctor Terranova poseía una muy vieja que la usábamos para imprimir libros
caseros de nosotros; una copia era original y las demás las fotocopiábamos. En
aquel tiempo era accesible. Patricio y Terranova armaron un proyecto para que
los poetas cobráramos una pensión no contributiva, pero no llegaron a
presentarlo. Recordaba sonriendo que siendo el doctor T liberal y de derecha le
había dedicado un poema al Che y hasta cantaba y escuchaba canciones de Los
Olimareños, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez.
También armábamos pequeños campeonatos de
ajedrez en la neblina de humo acre de la casa. Primero jugábamos dos parejas y
luego había una final entre los dos ganadores, odiaba jugar con el trucho
porque se burlaba y te gozaba cuando hacía una buena jugada. Él era muy buen ajedrecista,
pocas veces le ganaba. Cuando T realizaba
una mala jugada y perdía una pieza importante exclamaba "Mejor... mucho
mejor."
A veces contaba algo interesante, como que
la política inglesa consiste en lo siguiente: Primero el imperio colonizaba un
lugar y después lo dividía en dos grandes etnias o grupos antagónicos que vivían
en permanente conflicto. Así, ponele que usurpaban Argentina, decían de este
lado vivían los peronistas y de este lado los radicales. Entonces ellos alimentaban
odio y enemistad entre los dos bandos sacando provecho y ventaja. Básicamente
se trataba de dividir para reinar.
-A falso no me van a ganar -siempre
aseveraba.
En una tertulia entre Terranova y políticos
fracasados habían concluido que el
capital llama al capital, es decir, muchas veces se interpreta de manera
errónea que una persona que posee un pequeño capital debería ser generosa. El
que posee una pequeña fortuna desea aumentarla, inclusive explotando a otras
personas buscando el beneficio del capital. El hombre por naturaleza es egoísta
y es por eso que acuñaron la frase el capital llama al capital...
Un día no resistí la tentación, aproveche
que estaba borracho Terranova y le batí sin escrúpulos:
-Che, como es la historia esa de que
ejerciste ilegalmente la medicina.
Él bebió otro sorbo de vino y contestaba.
-En realidad yo nunca tuve ni me pidieron
título de médico en el hospital, lo que truche fue la matrícula.
-¿Y cómo hiciste? -yo curioso quería saber
como hizo.
-Tomé la matrícula de un médico fallecido
-mientras acariciaba su tupida barba y encendía otra parisien.
-¿Y cómo tardaron tanto en darse cuenta?
-levante las cejas y manoteaba un pucho del paquete de parisiennes de la mesa.
-La
verdad me iba muy bien... la cosa saltó porque
un médico, que me tenía envidia, encontró
en un cajón acumuladas las ordenes de consulta
por cobrar de dos años atrasados y ahí sospecharon y comenzaron a
investigar. Fue una cagada -agregaba Terranova-, porque el hospital era un cogedero
y como era doctor me culeaba a todas las
enfermeras.
-¿Y cómo zafaste de no ir preso? -pregunto mientras
apretaba el pucho contra el cenicero de bronce.
-La verdad es que yo nunca tuve problemas
por diagnostico incorrecto como médico pediatra..., todos me querían y las
madre de los niños me adoraban y hasta me traían regalos. Jamás tuve un juicio
por mala praxis -con risa burlona-. A
mí solo me faltaron dos materias para recibirme...
-O sea que los conocimientos los tenías, lo
que no tenías era el título.
Los actos generan consecuencias que crean
nuevos mundos, el mundo en donde se cometen los errores es diferente al mundo
donde se cometieron. Una vez trazado el pasado no se puede modificar. Una decisión
es como cuando se arroja una piedra sobre el río, la piedra marca ondas que ya
no regresan y que no se pueden cambiar.
Cuando terminaba la fiesta para unos pocos,
el médico trucho buscaba una forma de tener ingreso económico. La primera fue
instalar una pañalera que fracaso y la segunda fue la timba. Es decir;
investigaba el mecanismo por el cual salen sorteados los primeros números de la
quiniela. Él afirmaba que los números tienen un ciclo, es una rueda que da
vueltas y que en algún momento vuelven a repetirse. A tal fin había conseguido,
de una agencia, las copias de los números sorteados por dos años (las tres
jugadas diarias de todos esos días) y toda esa información traslado a su computadora
para "adivinar" el mecanismo del azar. El cálculo consistía en que
los números que hacía mucho tiempo no salían sorteados pronto tendrían que
salir ganadores. Convencido e intentado convencer a los demás decía "Ésta
semana tiene que salir X número a la cabeza" y apostaba según su predicción todos los días a
la matutina, la vespertina y la
nocturna. Yo lo ayudaba apostando a veces por él en algunas jugadas. Las pocas
veces que acertaba se inflaba con una gran comilona y devoraba amargamente
mucho vino tinto, por mi lado lo adulaba y alentaba a que siguiera con su
método infalible. "Esto no puede fallar", decía T refregándose las
manos y se sentía omnipotente como si fuera un científico dueño de un gran
descubrimiento y con eso pensaba salvarse. Su vanidad le impedía intuir mis oscuras
intenciones. Era tal la soberbia que poseía que hasta caía simpático. Lo veía
diariamente y alimentaba su gran invento con alevosía, creo que mi falsa
admiración le daba oxígeno a su vanidad. Debo reconocer que Terranova era muy
querido por los políticos fracasados y que gracias a él muchos pudimos publicar
nuestros primeros escritos. Se dilapidaba en la timba los pocos porotos que le
quedaban hasta que un día quedo seco. Por el lapso de una semana lleve de mi
hogar arroz y yerba para que sobreviviera. Hace dos meses que no pagaba el agua
y estaba colgado de la luz. La puerta podrida de la entrada a su domicilio ya
no estaba abierta de par en par para todo el mundo, ya que Terranova empezaba a deber dinero a todo el barrio. Se la pasaba
encerrado y rara vez atendía. Cada vez fui menos hasta que una noche, en la que nubes grises se movían rápidamente
como intentando huir, lo abandone a su suerte.
Un lunes me la cruzaba a Laura (la chaqueña)
en la plaza José Ingenieros y me decía:
-Te enteraste lo de tu amigo -se tocaba
levemente la boca.
-No, que paso -fingía interés.
-Está preso porque afano -señalaba con la
mirada la comisaría que estaba en frente.
-¡Uh! no sabía nada.
Fui a verlo a Patricio y él entre risas me
narraba lo que le habían relatado. Aparentemente todas las noches (en
calzoncillos) trepaba el muro medianero de su casa con el negocio de al lado.
Ingresaba al local comercial por atrás y tomaba el dinero que había en la caja
y algunas prendas de vestir. Un día, mejor dicho una noche, el dueño se había quedado esperando escondido
con dos agentes azules y lo pescaron in fraganti; decían que el dueño había
expresado "Ese calzoncillo que tené puesto es de mi negocio hijo de
puta" y después de cagarlo a trompadas los canas lo llevaron a un calabozo.
En esos meses que estuvo preso todos los
días el poeta me decía:
-Y cuando lo vas a visitar.
-Cualquier día de estos voy a ir -mentía.
Yo pensaba: que boludo tendría que haberle
afanado más libros. La vida es una mierda y uno no está acá para pasarla bien. Hemos
perdido el paraíso, escribió Milton.
Mientras pateaba por la Magdalena, bajo las
luces diurnas, me preocupaba en que otro lugar podía manguear cigarrillos.
nf