sábado, 1 de julio de 2017

El sueño de una burra

El sueño de una burra
                                                                 "La mejor victoria es vencer sin combatir."
                                                         Sun Tzu




   Vivo en la intemperie existiendo tímido, sumiso y reservado; alentado por el maltrato. Mi padre siempre se mantiene distante, severo y dominante. El retrato que tengo de Dios consiste que en su mano derecha sostiene un cinturón para castigar con el semblante eternamente malhumorado (jamás sonríe).

   Los que tienen miedo necesitan de una religión.

   Mientras los otros niños jugaban al fútbol, sin entender porqué, mi padre me fajaba con un cinto. ¿¿Porqué?? Me dijeron que por un hombre ingreso el pecado al mundo, pero yo no soy Adán ni tampoco asesine a Jesús. La resilencia es lo que me empuja a ir contra la corriente y con furia combato la mala suerte, soy como un pez en el hielo.

   Lo que más me agrada es hacer fiaca en mi pieza escuchando W.A.S.P. o Iron Maiden.

   Como todo pendejo lo que programo el día sábado es ir al picado de fútbol por la tarde y después, por la noche, asistir a algún baile. Soy bueno recuperando, robando la pelota y un burro para patear.
   No tengo ninguna entrada de dinero, únicamente un par de australes que me facilita mi madre y algunos vueltos que me cobro por los mandados que realizo en un laburo de hormiga.      
   Mi padre es muy tacaño, él tiene como lema “Vos tenés que trabajar y hacer algo para ganarte la comida”. Esa es su forma de pensar, muy egoísta por cierto, con eso se cubre de darme algún austral para salir. Ordinariamente no formulo ninguna petición porque me adelanto a su rechazo. Además, muchas veces, sucede que cuando me dispongo a salir el sábado por la tarde me regaña “Hoy quédate para ayudarme a arreglar el auto”. Siempre se beneficia con alguna excusa para retenerme, otro día ordena, “hoy tenés que barrer el techo y después tapar las goteras”, no obedecerlo implica un pecado.

   Las horas de trabajo son horas desperdiciadas.
  
   A pesar que mi padre se saca el uniforme, en nuestra casa, él sigue siendo un militar. Ando con gran fastidio por esas órdenes ya que cuando llega el fin de semana, después del ajetreo de la secundaria, en lo que menos pienso es en quedarme en casa. Como todo adolescente quiero salir, divertirme con mis amigos y sobretodo conocer chicas.

   Mi problema es que me preocupo más de lo normal.
 
    En el primer año de la secundaria, quizás por el terror que tengo a mi padre, estudiaba mucho. Un traga, como dirían otros. Sucede que tengo temor reverencial por la figura paterna, no era respeto lo que me inspira mi padre; sino más bien miedo y su intensa mirada provoca mi reconciliación con la muerte. Su rostro posee un eterno enojo como si estuviera todo el tiempo molesto. Tanto sufrimiento al pedo. Antes tenía miedo al castigo, de niño me pegaba sin decirme cual era mi crimen, hasta que un día (tendría trece) me plante y le dije que no me iba a dejar pegar. No sé que habrá pasado por su redonda, pero a partir de ese día no me baje los pantalones; aunque a veces me da bofetadas. Una vez, no se cual fue su disgusto, me arrojo una pinza. Todavía conservo la cicatriz en la ceja derecha, como recuerdo.
   Muchas veces, también, me amenaza frente a mis hermanos, "si seguía comportándome así..., me llevaría a un patronato de menores o me echaría de su casa."
   Mi extrema sensibilidad me hace creer que puedo conocer el alma de las personas a través de sus ojos, muchas veces me parece ver que las personas tienen los ojos de color rojo. Muchas veces.
  
   En mi casa me trata como a un soldado, únicamente tengo que responder “Si papá”, sin ninguna contrariedad.

   De todos modos intento escabullirme del yugo el fin de semana. La verdadera fe no necesita ninguna religión. De niño mi padre me obligo a ser católico y hasta los once años me exigió ir a la aburrida misa todos los domingos.

   El primer libro de ficción que leí fue La Biblia.

   Lo que me atraía de la misa era una parte que decía, “ahora vamos a dar el saludo de la paz a quién tenemos al lado”. Siempre intentaba ubicarme cerca de una mina atractiva para “darle mi saludo de la paz”. Otras veces me ubicaba detrás de un buen culo para observarlo cuando rezaba arrodillado. Eso fue obligatorio hasta que, una de esas veces que debía ir a la iglesia, no se me ocurrió mejor idea que ir a visitar a Lorenzo. Mi padre me pesco pero afortunadamente esa vez no reprocho nada, solamente me miro muy encolerizado y serio. A partir de lo ocurrido aprovecho su enojo para no asistir a la aburrida misa de los domingos.

   Todos tenemos algo de delincuente, genio y santo.
  
   A dos cuadras de donde vivo hay una escuela primaria, en el momento de la salida intento estar atento para observar las jovencitas más grandes. Hay una burra que tiene quince años y va a séptimo. A pesar de eso siempre la miro porque es muy atractiva y famélica, cuando transita cerca de mí sonríe pícaramente. En cierta ocasión, acodado en el portón de mi casa, ella pasa dando carcajadas. Vuelve de sus pasos y me da un beso en mis labios. Fue tal mi sorpresa, ocurrió sin esperarlo, que no tuve ninguna reacción. Cuando comento lo sucedido a un vecino de mi edad me dice “Uh, pero no seas boludo..., esa mina está recaliente”. Fue entonces que decido encararla una tarde, terminada la jornada escolar.
  
   Qué bueno sería no necesitar de nada.
  
   Recuerdo que una vez estaba muy enamorado y confundido, no sabía a quién consultar sobre cuestiones amorosas. Resuelvo, en primera instancia, consultar a mi padre. Le relato que estoy muy enamorado y no sabía que decir, ni cómo actuar. La respuesta fue: “Y de quién te enamoraste ¿De tu maestra?”, me sentí tan humillado por su respuesta que nunca más lo consulte sobre esas cuestiones. Ignoramos lo que sabemos.
  
   Muchas veces hurgando en mi cabeza pienso en mi interior, “que habré hecho en mi vida pasada para tener un padre tan rígido como el que tengo.”
  
   Averiguo en el barrio el nombre de la burra, es Roxana. Diez minutos antes de la salida la espero en un lugar desolado que sé que obligadamente tiene que atravesar y cuando se acerca la respiración aumenta, la detengo expresando “Puedo hablar con vos”, ella me dice que "sí" mientras juega con su cabello. No fue extensa mi declaración de “enamorado”, sumado a mi pedido de simulacro de noviazgo. La chica, con pupilas enormes donde nadan peces, contesta que acepta encantada y nos besamos. La realidad es que Roxana está más contenta que yo. Ella susurra que me parezco a Sergio Denis. Hay gente que le gusta que le mientan. Indistintamente acostumbro a estar mucho tiempo en soledad, además de ir tras otras aventuras, soy un jugador que siempre juega. Todas las mujeres  son posesivas, el problema es que Roxana resulta ser una chica mala porque no se deja. No soy un chico fácil, ni de tener una sola. Muchas veces es necesario jugar a hacerse el interesante.
 
   Amo la libertad y la libertad de los demás.

   Reincidentemente el sábado, después de cenar, parto rumbo al centro en busca de algún acontecimiento de quince o casamiento mandándome colado. El sábado es el gran día. Durante la semana, en el colegio junto con Lole, nos dedicamos a buscar información sobre alguna quinceañera; los datos incluyen: lugar, fecha, y medidas de seguridad de la fiesta. Después se procesa la información obtenida y decidimos cual es el lugar con menos inconvenientes para colarse. La última opción es el boliche, siempre es preferible una festividad privada.
   Con Lole hablo de todo, cosas que con otros callo. Siempre  hablo que Karina es una chica de otro mundo, de sus ojos luminosos metidos en los míos, sin poder desprenderme de su imagen flotando ante mí, de cómo deseo verla y tener una oportunidad.

   Es un sufrimiento inexplicable. La veo sin verla...
  
   Lo normal es que yo pase por lo de Lorenzo, ya que su residencia queda camino al foco. Pero, en ésta oportunidad, el único dato que rescatamos se trata de un quince en un barrio cerca de mi casa y de contramano al centro. Así que, por esta vez, fue mi compinche el que vino a mi casa. Cuando llega Lole, con mirada lánguida, trae bajo un ala la revista Playboy edición especial (muchas páginas se encuentran manchadas y pegadas), con párpados hinchados y ojeras oscuras enuncia:


   -Toma Nelson, te la devuelvo...  No doy más.

   Luego, empezamos a mover el culo en busca de rocanrol. En las veredas se escucha voces de televisores encendidos. Siempre salimos bastante temprano. Nos aproximamos a la dirección obtenida en la semana. Un gato blanco cruza la calle; le digo a Lorenzo:

    -Por aquí cerca debe ser.

    -Sí allá, a media cuadra, se escucha Soda stereo.
  
    -Aquí es -nos paramos enfrente de una casa.

   En el momento que planeamos una excusa para poder ingresar se acerca un tipo grandote. Expreso:

   -Uh, cagamos -con voz de autoridad-. Vos quédate callado que yo respondo.

   Se nos dirige ese hombre –después supimos que es el padre de la cumpleañera- y pronuncia, “que hacen acá muchachos -con rostro sonriente-, vengan pasen”. Lorenzo abre bien grandes los ojos y levanta las cejas. Como gatos desconfiados y sin entender nada, ingresamos callados abandonando la calle (no sentimos la obligación de contestar).

   Es muy raro lo que sucede, hay que aclarar sin embargo que nosotros salimos vestidos con la mejor pilcha que tenemos. Muchas veces también nos echan, no porque armáramos bardo, si no porque nos mandan al frente que somos colados. El secreto consiste en pasar desapercibidos, solamente cuando llega el momento del baile nos mostramos –es el relámpago de mayor tensión-, algunas veces nos dejan bailar. Los colados no tenemos nada que perder al no conocer a nadie, somos los caraduras que sacan a bailar y que animan una fiesta. Pero otras veces sentimos una gran vergüenza al despedirnos del lugar sin misericordia y frente a todas las personas.
   Entramos a la vivienda, hay un gran galpón donde pulula un harem alrededor de la música. Con ojos bien abiertos Lole me pregunta:

   - Che porque nos hizo pasar -rascándose la cabeza.

   -Lo que sucede es que tuvimos mucha suerte -respondo con certeza-, es temprano y todavía no cayeron los chabones.

   -A con razón nos hizo pasar el viejo.

   Lo primero que buscamos fue algo para beber. Viene mi compinche y me expresa, “conseguí un vino”.  Lo miro sonriendo, “yo tengo otro.”
   Lorenzo tuvo que elegir entre comprar un atado de pucho o un encendedor. Resolvió afanar la caja de doscientos fósforos de la cocina de su madre y lo gracioso es que (en el baile) tiene que desenfundar el gran envoltorio cada vez que enciende un cigarrillo, como si armara una fogata.
   Pasa una media hora y veo que una mina me relojea, no hay nadie bailando.  La miro como mira un lobo a un cordero.

   Me gusta la chica que no finge timidez.

   Le apunto a Lole:

   -Che, haceme la pata y saca a bailar a una mina, así no bailo solo.

   Enseguida me dirijo a los sesenta kilos de carne femenina que juega con su mirada y pregunto ¿Querés bailar?, me contesta que si y nos dirigimos a la pista. Mi amigote sale atrás mío con otra mina. También acuden a la pista dos parejas más.
   La música del baile es una combinación de lo mejor del pop internacional, con lo mejor del rock nacional. Así se escucha: The Cure, Charly García, Inxs, Sumo, Phil Collins, Fito Paéz,U2, Virus...  y sigue sucesivamente de esta manera. Mientras bailamos ella me toca "por casualidad" constantemente.
   Entre otras cosas que hablo con la chica, mientras nos movemos, me dice que se llama Ivonne y que cursa en el mismo año y en el mismo colegio que estudio yo (solamente que del turno mañana). Cuando dialogamos su pera se encuentra ligeramente inclinada hacia mí y su cara te hace olvidar de todo. Sus ojos de mirada triste y melancólica enloquecen.
  
   “Después seguimos bailando”, expresa, cortándome momentáneamente.
  
   Aprovecho para ir al baño y seguir bebiendo con Lorenzo –que ya lo habían despachado antes-. En los parlantes se escucha The Police, se me acerca Ivonne y me consulta ¿Vamos? Enseguida la tomo de la mano y fuimos nuevamente a la pista. Sin exagerar pasaron una hora de The Police y la menuda baila enloquecida, se ve que es muy fan. Después nos separamos nuevamente. Me siento como una mosca atrapada en una telaraña.
   Ella acude a la pista para bailar con otro, mis manos comienzan a sudar y me pongo muy celoso ya que intuyo que vienen los lentos. A veces hay que persistir; sí todo fuera fácil cualquiera lo lograría. Juno a Ivonne que conversa muy simpática con el chabón. No me contuve mas, me lanzo como un kamikaze en busca de su objetivo y nos pusimos a bailar en el momento indicado –la próxima canción fue Rusos de Sting-.  Nos abrazamos, bailamos pegados y siento sus pechos de durazno apretándome fuertemente.  Después, Ivonne me dice que tiene que marcharse, la indago si puedo acompañarla y ella accede totalmente despreocupada. Vive a dos cuadras, en la entrada de su casa me clava los ojos como una serpiente, y temblando me besa con sus labios rojos como una rosa.

    Robamos al tiempo un fugaz instante de felicidad.

   Antes de despedirnos la interrogo si podría verla de nuevo en la semana, me contesta:

   -Sí, pasa cuando quieras.

   Cada uno toma lo que puede. En la oscuridad oigo su risa. Enciendo un pucho y camino esbozando una gran sonrisa bajo una lluvia de estrellas misioneras.
  Mi corazón late rápidamente.
  Amanece frio y el cielo llora como si fuera la otra fecha patria, la del veinticinco de mayo. Después por la tarde, Lorenzo refiere:

   -Que guacho que sos..., el otro chabón calentó la pava y vos tomaste el mate.

   -Sí, encima me puse de novio -y agrego-. Soy como Estados Unidos, donde puedo meto un misil.

   -¡Ah no! Pero boludo bañate cuando la vayas a ver.

   La cuestión es que la visito tres veces por semana a Ivonne en su casa, es una brasa de fuego... un infierno. La chica me gusta mucho, muchísimo más que Roxana. Con el tiempo me decido por Ivonne y la dejo de ver a Roxana.
   Al mes de haber cortado con la burra, mi mamá me interpela ¿Quién es Roxana? Contesto.

   -Ah, una loca con la que anduve.

   -Bueno hace algo -agrega mi madre arqueando las cejas-,  a mí no me metas en problemas.
  
   -¿Qué pasó? -tocándome la frente.

   Me relata mi progenitora: “Vino esa chica por la mañana –con una amiga-, y me dice que como va a permitir que su hijo haga eso conmigo, que ella era tu novia y que te quería mucho… no sabes la escena que hizo. Hace algo y arregla eso”. No puedo contener mi risa y mi madre señala:

   -No es nada gracioso, arregla eso.
  
    La cuestión es que no me inquieta para nada el asunto, opto por no verla más a Roxana y punto. Pero, al final, me costo muy cara la elección. Después de tres meses de noviazgo con Ivonne, me traiciona.

   Únicamente las personas que realmente te importan pueden producirte daño.

  Afuera sopla un viento de tormenta y nubes oscuras se desplazan. La llamo por teléfono, discutimos por el tubo un buen rato, y me retiro como quién se retira de un baño. A la felicidad hay que buscarla pero tiene una fecha de caducidad, un principio y un fin.
    Le deseo una pronta muerte.

NF