Algo raro para alguien normal
"Es más
fácil engañar a la gente, que convencerla de que ha sido engañada."
Mark Twain
Nacer, crecer, sufrir, la existencia se
trata de algo que hay que desconfiar. La vida es una larga enfermedad. Un día
miércoles de agosto, el mes de los vientos, salgo sobrio del policlínico San
Martín hacia la calle y me dirijo a una parada de colectivo urbano para ir al
centro de La Plata. Mientras espero el bondi veo a una cuadra, detenido en el
semáforo, al diecinueve. Como no sabía si esa línea va al centro, me aproximo a
un hombre de piel ajada vestido de un buen traje azul cortado a medida, zapatos
negros y ojos castaños sombríos. Su mirada tiene una expresión de gravedad. Le
pregunto ¿Este colectivo va al centro?, el hombre con buena estatura me observa
y responde con voz pastosa. No sé -con aspecto frio y distante.
El
trajeado de pelo negro lacio como cuervo se encuentra a unos pasos de mí con una
carpeta negra, como esperando a alguien consultando su reloj. Los errores son
castigados con dureza.
Con el paso del tiempo he aprendido que no
sirve de mucho planificar. Aunque se tenga un plan perfecto, no se puede tener
en cuenta todas las vicisitudes e inconvenientes de la realidad. Siempre habrá
sucesos no previstos en la ejecución de un plan. Lo mejor es dejar fluir el día
a día sin grandes proyecciones a largo plazo. Igualmente, como decía Cioran, no
importa lo que hagas o dejes de hacer, ya que todos los humanos tenemos como
regalo una fría tumba. A la muerte no le importa lo que hagas o no hagas.
Cuando arriba el micro subo dos escalones,
pregunto nuevamente si va al centro al chofer y asciendo. Llego a la calle
siete y camino dos cuadras a una librería con la intención de adquirir el tomo
uno de El mundo como voluntad y representación de Schopenahuer. Ingreso al
local y me dirijo inmediatamente a la sección de ensayos. El libro buscado no
se encuentra, pero lo curioso es que mirando rápido a las pocas personas que
hay en la librería, me parece ver fugazmente al mismo chabón que vi con traje
azulado y libreta negra. Al principio no le doy la menor importancia.
Salgo de la librería y apeo a otra librería que
dista a tres cuadras. El sol brilla para los justos y para los injustos.
Durante el trayecto tropiezo con dos
mormones que están explicando a una anciana que el libro del
"profeta" jose smith afirma en Alma 7:10 que Jesús nació en Jerusalén
no en Belén. Escucho una voz de barítono que me susurra al oído "Murió el
niño que tienes dentro". Mientras camino en la sombra pienso, "como
ese tipo llego tan rápido al mismo lugar antes si yo viaje rapidísimo y camine
ligero."
En la otra librería tampoco encuentro lo
que busco y parto rumbo a la terminal, entretanto, en el recorrido a pie de
regreso otra vez veo al mismo personaje cerca de mí. Comienzo a respirar
entrecortado. El miedo es un gran enemigo.
Cuando arribo a la terminal de La Plata voy apresurado
a la boletería y saco mi boleto de regreso. Enciendo otro impaciente pucho y con
boleto en mano miro a la muchedumbre y no entiendo ni lo puedo creer. Otra vez
veo al mismo sujeto con su cuaderno negro mezclado en el gentío. Aquel
hombre... o más bien ese ser. De manera nerviosa trago saliva y un inmenso frio
recorre mi espalda.
Decir que estamos solos en el universo es
como que vaya una expedición al África recorra solo un kilómetro cuadrado y
diga "No vi ni una sola jirafa, ni un solo elefante."
Un mal día enloquece a cualquiera.
Jadeante y con manos temblorosas tomo el
colectivo rumbo a Magdalena mirando constantemente si me sigue el hombre
desconocido, si es que se trata de un ser humano. Antes había percibido una
ráfaga de aire a mí lado. El camino se vuelve amenazante como cuando cae la
noche. Finalmente llego solo y desconcertado a mi hogar.
Magdalena es un pueblo tan chico que San
Martín y Belgrano están montados en el mismo caballo. La única solución para
colocarla seguido es casarse. La televisión sangra y repite la noticia que
Corea del Norte tuvo éxito con la prueba de misiles intercontinentales, afuera
oigo perros ladrando. El campanario anuncia las tres de la tarde. Balbuceando relato,
con la frente sudorosa, a mi progenitora lo ocurrido buscando una explicación
razonable, me expresa "La verdad no
sé qué decirte..., consultalo al cura."
Hay personas que dicen lo que piensan sin mentir,
no tienen miedo de herir, dicen lo que realmente piensan.
La luna se come al sol y las estrellas hoy
no brillan. Los astros están lejos y no están de acuerdo. Los malos
pensamientos provocan dolor de cabeza. En toda la noche no puedo pernoctar y escucho
los discos de los redondos buscando un mensaje oculto. Angustiado en mi
habitación, a eso de las cinco de la madrugada, escucho la canción Todo preso
es político bebiendo un líquido oscuro.
No hay ningún lugar donde esconderse de los
propios pensamientos.
En momentos de confusión hay que dejar que
el pensamiento calme por sí mismo, sin esfuerzo, dejar fluir el tiempo. A veces
no hay que dejar que un reloj nos diga lo que hay que hacer. Me pregunto porque
siento angustia, a lo que un experimentado filósofo responde que la angustia es
una relación con algo que no es nada, "angustiarse de nada". La
angustia es en realidad una posibilidad que atormenta. El infierno como lugar
lóbrego y dantesco no existe, el infierno está dentro de nosotros. Lo que
existe es la ley de causa y efecto o efecto y causa. Todos tenemos algo de
pecaminoso.
La clave está en elegir una decisión
adecuada en el momento adecuado.
Temprano,
por la mañana, resuelvo consultar al
cura de la parroquia lo ocurrido. Con un mar de dudas quiero averiguar de qué
se trata todo esto. Terminado mi relato interrogo con gravedad al cuervo sobre
ese mistérico ser: ¿Qué era? ¿Un ángel o un demonio? Frunce el entrecejo. Es
mejor no saberlo -responde cortante.
nf