Diente de ajo
"Aquel que engaña a otro se engaña mucho a sí mismo." Austin
Osman Space
No sé porque estoy tan solo, y me siento tan
solo. Siento la atrición de no tener a mi madre que me cuide. La gente cada vez
está más sola porque no se soporta, por eso en las navidades actuales los
parientes no se juntan. Cuando salgo a la calle y lo veo a Horacio intento
pasarme a la vereda de enfrente, si no puedo (porque es muy evidente) cruzo la
mirada al costado simulando no verlo. Hay que creer en la intuición. Como dijo
el Diego, este es capaz hasta de robarle la leche al gato; y el Diego es
Gardel. Hay ocasiones que no puedo evitar chocármelo de frente, en ese caso
coloco mi rostro lo más serio posible y apunto únicamente "Hola"; y
sigo mi marcha. Ustedes pensaran "Porque tanto problema con eso".
Sucede que vivo en un pueblo muy chico donde todos nos conocemos y es imposible
llevarse mal con alguien -de lo contrario es un infierno en vida-. Es una
desgracia vivir en un pueblo sin tener otro lugar donde ir. Estamos aquí pendiente
del qué dirán y del chusmerío barato. Aunque gracias al Señor, Horacio entendió
mi mensaje y no se me acerca a entablar una conversación.
No lo soporto ni
estando cuerdo.
Lo conocí por Eduardo,
un amigo en común.
Eduardo es alto con una
salvaje barba, raras veces se baña. Cuando sus dientes mastican algún alimento
toma la apariencia de un hombre cavernícola. Las persianas de las ventanas se
encuentran la mayor parte del tiempo caídas porque cuando se rompieron las cintas
que las levantan nunca las cambio, a veces Eduardo suele levantar un poco una
persiana sosteniéndola con un taco de madera o un ladrillo. Hace dos meses que
no cuenta con suministro eléctrico por falta de pago, este inconveniente lo
resuelve colgándose del vecino. El videocable lo comparte con otro vecino, de
tal manera abona la mitad. Muchos de sus grifos gotean. Con sus manos fabrica
algunas pulseras y collares, aunque su mayor ingreso consiste en el dinero que
"le presta" el hermano. Su casa huele a orín de gato, sumado al
alquitrán que despiden los parisienes forman una nauseabunda neblina. Las
cerillas de los puchos se encuentran diseminadas en todos los rincones, en esta
vivienda no conozco ninguna persona que se haya capacitado en un oficio. Cuando
cae la noche es un cigarrillo tras otro y muchas cucarachas corretean por la
casa. En verano pasea desnudo dentro de su solitaria morada y solamente se
coloca un calzoncillo, generalmente amorronado, cuando recibe alguna visita.
Habitualmente recibe a los huéspedes con un mate lavado en la cocina. Mi amigo
no hace nada y yo lo ayudo; siempre insiste con la idea que el hombre no vino
al mundo para trabajar, que es tan feo el laburo que te pagan por laburar...
sin embargo muchos aceptan la esclavitud.
- El trabajo es una
maldición bíblica con el que Dios castigo el pecado original del hombre... Y
por eso lo esquiva -expresa Eduardo con su aliento maloliente.
-Y si mira San Luis
que apoya y banca a todos los artistas, muchos se fueron a vivir allá -digo con
una leve sonrisa.
-Todo en la vida es un
trabajo -continúa tomándose el cuello con una mano-. Ir a comprar comida o
cigarrillos, cocinar, comer, limpiar, dar vuelta un casete, ir a cagar... todo
es un trabajo.
-En este mundo te
educan para trabajar y tener hijos.
Tiene un anteproyecto
que consiste en que los poetas cobren un subsidio, de esa manera podríamos
dedicarnos por entero a la poesía sin preocuparnos por el dinero.
Para realizar un buen poema hay que disfrazar
al engaño.
Otro pensamiento que
tiene encarnado Eduardo y repite constantemente es, "desde niños nos
obligan a mentir y aprendemos a engañar... la gente es muy falsa... pero a mí a
falso no me van a ganar."
Con cachafaz me
congrego dos o tres veces por semana en su hogar, es aquí cuando tengo la mala
fortuna (a veces) de cruzarme con Horacio. Cuando diente de ajo interviene me
saca; tiene una forma de definir las cosas que irrita. Horacio tiene cuarenta y
siete años, inconvenientemente aparenta sesenta por su gran calvicie y tiene un
aspecto famélico. Goza mucho de cazar; el placer de él consiste más en los
actos preparativos de la caza (que el acto mismo). Horacio muchas veces relata
que mata a un ciervo exclusivamente para extraer el asta de los cuernos como
trofeo. Es flaco y larguirucho y tiene un diente incisivo central superior
postizo, que remplazaron por uno que perdió de niño cuando cayó de una
bicicleta -apodado por ello diente de ajo-. También es ligeramente encorvado y
tiene los ojos de color caca. El no habla del tema , siempre lo evade sonriendo,
pero en el pueblo comentan que está bien armado. Por otro lado, Horacio está etiquetado como
baboso por muchas mujeres.
Al engañador se lo
engaña simulando ser engañado.
Horacio siempre huele a
esperma, ni bien ingresa a la casa sentencia "Pero que les pasa con
Goyeneche, se los coje que todos los días escuchan eso". Me cruzo de
brazos y devuelvo el mate tibio al cebador diciendo:
- Gracias Eduardo, ya
no quiero mas -luego expreso-. Me gusta mucho Vanesa no puedo dejar de pensar
en ella, es muy bonita y lástima que tiene novio y no me da para encararla.
- Las mujeres no
tienen dueño, además sos un boludo... que tiene que ver que tenga novio si la
concha no se gasta - y añade Horacio mirando a Eduardo-. Sí una mina está
caliente con vos te busca ella y te tira la concha por la jeta.
No contesto nada, lo
que alguien dice a otro se lo dice a sí mismo. Eduardo levanta las cejas y se
encoge de hombros. Apoya la pava en la hornalla apagada de la cocina y me
pregunta:
-¿Sigue siendo tu
vecina Gisela?
-Sí está refuerte esa
hembra, seguramente de joven era un camión.
-Mira esa mina esta
pasada en años y para viejo esta uno. A las mujeres hay que cojerlas -entremete
el ortiva sacudiendo la cabeza.
Un lugar de donde no
puedes salir es una prisión.
Me muerdo el labio
inferior y pienso "Que estoy haciendo acá", es el final. ¿Qué tengo
que esperar? Mi mandíbula endurece. Miro a través de la ventana como enmudece
el sol y los sapos comienzan a croar rápidamente. Me levanto de la silla,
enciendo un pucho y con el ceño fruncido pronuncio que tengo que irme. Un perro
negro deambula perdido en la vieja calle. Me tiro un pedo y doy una gran calada
al cigarrillo, el humo escapa de mi boca.
nf