"El amor es un juego donde un par de ciegos
juegan a hacerse daño"
Joaquín Sabina
Esta historia comienza en el verano; cuando
estamos de vacaciones del colegio. Hace pocos días nos mudados de barrio, en la
misma ciudad.
Al ser novicio aquí no cuento con un amigo
cercano.
Es un barrio muy pintoresco, sus calles
están empedradas, las casas respiran tranquilidad, es como si sus habitantes
pernoctaran todo el día. Las noches son cálidas
y corre una tibia brisa.
La base principal de la economía gira
alrededor del tráfico comercial.
Cuento solamente con catorce años, soy un
pecado de juventud. Soy dueño de aquella belleza integra de la adolescencia. Me
comporto como un niño ante un extraño y tiemblo cuando veo una serpiente.
La mayor parte del ocio lo utilizo en mi
mayor placer, que consiste en disfrutar
de la música. Escucho mucho la radio, con el fin de grabar en un cassette las
canciones que me agradan. Muchas veces sucede que, con la intención de atrapar
una canción en la cinta, espero un prolongado tiempo.
Al término de la jornada con gran
entusiasmo disfruto de lo capturado en el grabador.
Matilde, la chica que vive al lado de mi
casa, pasea continuamente por la vereda de la cuadra. Me saluda todos los días
y busca conversación. Soy cortante y busco escabullirme de ella, no me agrada ni
su cara, ni su cuerpo, ya que no ha sido beneficiada en el reparto de la
naturaleza.
También acostumbro a estar de pie, con los
brazos recostados en el portón, acodado frente a mi hogar. Lo
que más observo es las jovencitas de mi edad que transitan por el lugar.
Especialmente llama mi atención la belleza de una chica que pasa todas las
tardes con otra muchacha que, con el transcurrir del tiempo, descubro que es su
hermana. Caminan juntas todos los atardeceres calurosos por la vereda opuesta a
mi casa.
Se dirigen a la vivienda de Daniela, que
dista a pocos metros de donde resido. Cuando regresan a su hogar la vecina
siempre las acompaña. De lo expresado se concluye que son muy amigas.
Todos los días de este verano ruego ansiosamente que pasen rápidamente las horas y,
de manera impaciente, espero la tarde para ver aquél rostro angelical
que me atrae. En una ocasión quiero
llamar su atención. Cuando cruzan cerca
de mi casa les digo «Las tres Marías la
del medio es la mía». Ellas siguieron su recorrido murmurando y sonriendo.
Después pienso que lo he expresado mal al piropo, lo que debería haber dicho era, «las tres Marías
la que me mira es mía». Y reflexiono que lo que traicionó mis palabras fue el
hecho que la chica que me seduce
justamente caminaba en medio de las tres.
A partir de ese día todas las tardes monto una guardia en mi domicilio esperando que ellas
pasen. Cuando caminan cerca de donde me hallo, las chisto para conseguir de
algún modo llamar su atención. Ella unos
segundos me contempla y otros
desvía su mirada al costado. Yo repito
su juego. En los instantes triunfales que nuestros ojos se encuentran me siento dichoso que ella se fije en mí.
Cuando no me mira la chisto con ese propósito. Ella baja su semblante y sonríe. Es el rostro de la
vida que despierta.
Todo es un juego de seducción que me
fascina, deseo que sea eterno, pero pronto empiezan nuevamente las clases y creo que todo
terminara simplemente en eso.
Llega marzo, el otoño, y el comienzo de
clases de mi segundo año de la secundaria.
La mayoría de los compañeros son los
mismos, aunque se integraron algunos nuevos. Entre aquellos ingresó una chica
que se llama Nancy que, a la vez, es vecina del barrio.
El medio común en que nos transportamos
los colegiales es el colectivo urbano. El turno tarde tiene como horario de
ingreso a las aulas de trece y treinta. Según que línea se aborde el viaje, desde la parada de ascenso hasta el
destino, es de veinte o treinta minutos. El que pasa con más frecuencia es el
veintiocho. Sí se hace tarde camino una cuadra más y subo al dieciséis, que
tiene la ventaja de transportar
rápidamente en un viaje de quince
minutos. Además me deja muy cerca del colegio. En la misma
parada habitual del veintiocho atraviesa
el veintidós. Pocos ascienden a él porque tiene el gran inconveniente
que circunda la ciudad en su recorrido, lo que produce que demore cuarenta
minutos en llegar al centro.
Resulta extraño que por las mañanas no la
veo pasar a la chica que me gusta, por lo
que descarto que asista a ese turno.
Viviendo ella muy cerca de mi hogar forzoso
es concluir que tendríamos que encontrarnos en la misma parada, pero eso no
sucede.
Una tarde, a la salida del colegio, salgo
caminando rápidamente rumbo a la parada de retorno. Siempre camino apresurado
porque quiero llegar antes de las diecinueve horas, ya que soy un fiel seguidor
del programa diario de televisión Música Total Videos. Cuando me encuentro en
pleno viaje veo que, junto a otros
pasajeros, ella está viajando de pie. Lo primero que advierto es su uniforme,
tiene el cuello azulado, esto indica que pertenece a la Escuela Normal Número
Uno.
Por momentos ella me mira y la correspondo. Primero la observo
seriamente, aunque después no puedo
ocultar mi sonrisa. Ella actúa de la misma manera. Espío y a la vez soy espiado.
Después que nuestro ojos se encuentran, inmediatamente agacha su cabecita y sonríe por
lo bajo.
En todo el recorrido del viaje transcurre
éste juego sin mediar una palabra.
Una vez llegado al barrio ella desciende
en la parada anterior.
Desde ese día muchas veces nos encontramos a la salida del
colegio, en el ómnibus veintiocho de seis y cinco aproximadamente.
Los lunes y viernes viaja sola, los martes
la acompaña su hermana.
De estos hechos deduzco que los dos
primeros días su hermana debe tener séptima hora, lo cual hace que se retire
mas tarde del colegio y ella deba viajar sola.
Es usual en ésta ciudad que los alumnos de primer y segundo año de la secundaria tengan un día de séptima en la semana. Los
estudiantes de los cursos superiores, en cambio, tienen dos días de séptima en
la semana. En la jerga se denomina séptima
a los cuarenta minutos de clase que se le agregan al horario habitual.
Para concluir, el miércoles no me
encuentro con ella porque yo tengo séptima en la semana y el jueves
lo tiene ella.
El mes de abril trae dos novedades. La
primera consiste en que tanto la muchacha que me atrae, como así también su hermana, se hicieron amigas de
Nancy. Y, a consecuencia de ello, la segunda novedad es que todos los días nos
encontramos en la misma parada de inicio del traslado.
Cierto mediodía caminaba rumbo a la parada
de ida que me conduce al colegio, en el trayecto me encuentro con las tres
amigas, una cuadra antes. En ese momento venía el veintidós en nuestra
dirección. Nancy se dirige a mí y me
pregunta ¿acá para el veintidós? A lo que contesto que sí, que ésta esquina
también es una parada. Nancy extiende su brazo derecho y el colectivo se
detiene. Ellas ascienden. Como es temprano,
las sigo y también subo. El vehículo viene con pocos pasajeros, las
chicas se acomodan en la parte posterior, por mi parte me ubico en el medio y me siento. Ellas conversan en voz baja y
cómplice. Se ríen y sospecho que algo
raro están planeando.
Llega el ómnibus cerca de la escuela, Nancy
me interroga nuevamente si acá
deberíamos bajar. A lo que asentí con la cabeza.
Al descender Nancy se ubica a mi lado y caminamos juntos
conversando trivialidades del colegio. Unos pasos antes de llegar me dice:
-Te gusta Karina.
-¿Cuál es Karina?
-La que viajaba sentada.
-Sí me gusta -contesté- ¿Y quién es la que
viajaba de pié?
-Es Patricia y es su hermana.
De regreso a mi hogar, una tarde, ocurrió
algo especial.
Subo al colectivo y saco el boleto escolar.
Observo a los primeros asientos y está
el rostro del paraíso. Me mira tímidamente y me dice «Hola», a lo que respondo
de la misma manera. Luego ella cede el asiento a una mujer en estado de
gravidez y se ubica muy cerca.
El ómnibus se llena de gente y viajamos como sardinas enlatadas. Próximo de
nosotros se encuentra un compinche del colegio. Enseguida él advierte la
química que hay entre Karina y quién
narra.
A mitad del recorrido el cómplice se
instala a mi lado. La observo a Karina que lo examina y sonríe. Todo el tiempo
quiero mirar el rostro de la vida. No entiendo que sucede pero sospecho una jugada de Ifrán. Volteo mi
cabeza a mi compañero y veo que Karina dirige la mirada en nuestra dirección.
Observo nuevamente y ojeo que Ifrán me señala con la mano.
Entonces descubro porque ella carcajea tanto.
Cuando llegamos al final del recorrido,
Ifrán le dice a Karina «Este es mi amigo Nelson
de verdad es muy bueno, pero algo tímido». Ella desciende ya sin ocultar una gran risotada.
Estoy metido como un camión en un bache, ya no
me conformo solo con verla. Mis amigos me dicen que simule mi
encantamiento pero no puedo evitarlo. Es inútil intentar no pensar en ella y es como que tengo
la obligación (sin tenerla) de hablarle.
Estoy como poseído por un demonio, como si
estuviera bajo el influjo de un hechizo. Ya no puedo ocultar mi sonrisa cuando
la encuentro. Es una maldición tirana
que no me da tregua, no tengo paz, ni puedo preocuparme en otra cosa que no sea
Karina.
Leo un escrito de Baudelaire que dice: «El
amor es un espantoso juego donde es necesario que uno de los jugadores pierda
el gobierno de sí mismo»; esto es lo que me sucede, soy la víctima de un
verdugo.
Las palabras del poeta francés apuñalan mi
corazón desvelado y en el insomnio de la
noche escribo:
Encadenado
Sueño que vienes a mí
Que tu abrazo se
encuentra con el mío
Ansío
tenerte a mi lado
Y besar tus
carnosos labios
Recuerdo tus ojos
En la sombra
de mis sueños
Necesito el amor de
tu mirada
Para recuperar la
esperanza
Imagino morder
tus labios
Como a una
fruta madura
Y acariciar tu
cuerpo
Siento que te
alejas y acercas
Siento que estás cerca de mí
Siento moverte
sensualmente
Bailar desnuda
dentro de mí
En
ésta hoja
Se escurre
una lágrima
Por
quererte tanto
Mas tarde examino en mi habitación un
cuaderno que me presto Viviana, una compañera del colegio. Esta escrito a mano
y contiene un cancionero de rock nacional. Curiosamente encuentro la letra de
Juegos Incompletos de Virus, y me identifico fielmente con lo que manifiesta.
Alguien me dijo alguna vez que las casualidades no existen, que todo en la vida
es causalidad. Por algún motivo desconocido guarde en mi memoria esas palabras.
Reflexiono que todas las personas que protagonizan nuestras vidas son por
causalidad, conocemos a quién no tenemos que pecar de ignorancia. Si alguien no
está predestinado a que lo conozcamos, jamás la
cruzaremos.
En los primeros días de junio Mabel, una compañera de la escuela, nos
cita a todos los del curso para que nos juntemos en el primer recreo después de clase.
Era el único recreo largo de quince minutos
y fui al baño con Ifrán. A pesar de ser alumno de segundo año tenía temor que
me confundieran con uno de primero, ya que a los primerizos los de quinto le
tenían prohibido el «privilegio» de ir al baño. En caso de hacerlo recibían
insultos y golpes. Como iba acompañado de aquél corpulento compinche no temía
que me confundieran, además él era muy conocido. Ifrán encendió un cigarrillo y
me pidió que lo esperara hasta que lo termine. Me pregunta si fumo, a lo que
contesto «Muy pocas veces porque no se tragar el humo». El me señala «Ja, yo
aprendí a fumar de casualidad. Resulta que estaba pitando y Daniel me pregunta
si me prepare para la prueba de matemáticas, me agarro la cabeza y digo ah me
olvide. En el momento que pronuncio la a muy profundamente trague el humo, y de
esa manera aprendí». ¿Y como haces para fumar tan rápido en tiempo de clase?
Indago por curiosidad. Así me dice, inhala una gran bocanada de humo, «ja ja me
fumo todo el pucho en cinco pitadas; porque si hago mucho tiempo los profesores
me niegan mas adelante el permiso para salir».
Después nos acercamos a un grupo de
compañeros que estaban reunidos en rededor a Mabel. Me reía porque las chicas
se alejaban de Ifrán diciendo, “que olor
a pucho que tenes.”
Mabel
llama uno a uno a todos los compañeros y compañeras entregando en mano
una tarjeta de invitación. Me dice:
-Esta es una tarjeta de entrada para festejar
mis quince en Alliage.
-¿Donde queda? -pregunto.
-En la calle San Martin al mil quinientos.
-¿Puedo ir con alguien?
-No, ésta
tarjeta es personal.
-Bueno
nos veremos allá.
-Espero que vengas porque es muy especial
para mí.
*
Me encuentro en un
extraño y oscuro lugar, parece una antesala del
infierno.
Los edificios parecen destruidos por un voraz
incendio. El ambiente es sórdido y
fétido; se respira un aire malsano.
La
niebla es espesa y rodea todo el sitio. Es un panorama desolado y dantesco.
Hay
un gran baile lleno de personas desconocidas
que danzan al ritmo de una
música extraña. Estoy mezclado y confundido entre ellos. Todos pelean y discuten en voces altas y roncas.
Al más temible de ellos se le transforma
la mirada. Tiene los ojos luminosos de un
intenso color bermellón que
despiden fuego.
Mira a los ojos de otro y le transfiere esa fuerte mirada. Aquella se va transmitiendo rápidamente,
pasando por todos.
Enfilo a quién tiene esos ojos con llamas
a su alrededor y, al observarlo, soy
invadido por el influjo.
Busco a otro cerca a quién transferir el
hechizo. Giro la cabeza y ¡No encuentro a nadie!
Me encuentro atormentado
y poseído por una
maldición que me altera viendo a todos los seres con
miradas oscuras y malévolas que me persiguen. Todos segregan
babas de sus bocas.
Es tan grande la angustia que tengo por
ésta desgracia que me revuelco al suelo lleno de odio.
Desesperado quiero huir de éste lugar que
da espanto.
Confundido me incorporo de ésta pesadilla
y, con temor, pienso que es un sueño premonitorio.
Llega la noche
del domingo, es el cumpleaños y fiesta de Mabel.
No tengo ganas, ni el coraje, para asistir a ese baile. Afuera
está helando y creo que va a ver
mucha gente desconocida. A pesar de mi pesimismo, a las diez de la noche me encuentro vestido
para la ocasión. Inclusive mi madre adquirió un obsequio para
la cumpleañera.
Pasaron unos minutos de las once y mi
padre me dice:
-Salí
pronto que se te va a ser tarde.
-No, no quiero ir. Quiero
quedarme para ver en la tele fútbol de primera, que todavía no pasaron los goles de Boca.
¡Pero acaso te vas a quedar! -repuso-, no
seas tonto. Una oportunidad así no se tiene todos los días.
Presiento que algo va a salir mal. Cuando uno tiene esa sensación es
muy probable que las cosas terminen mal.
Sin embargo tomo el regalo y me dirijo a
la parada, en la calle la niebla congela las piedras.
Subo al bondi y, desde el fondo, escucho una voz conocida que me llama. Es
Ifrán.
-¡Hola Nelson! ¿Cómo va?
-Bien pero cagado de frío.
-¡Che! ¿Trajiste regalo?-y añade- porque
yo no llevo.
-¡Sí! Acá
lo tengo.
-Ah, buenísimo, entonces cuando lleguemos
al centro bajemos directamente en Alliage.
Llegamos al boliche y nos dirigimos a la entrada. Allí se
encuentra un vigilante, les entregamos las tarjetas e ingresamos.
Hicimos unos pocos
pasos por un puente y nos recibe Mabel.
La saludamos y le entrego el
obsequio.
Bajamos
de una escalera y vamos a la barra, donde se encuentran la mayoría de los compañeros del colegio.
El lugar es una joyita. Bajan las luces y
se escucha la canción: Amor Descartable de Virus. Todo es perfecto. Encienden una bola
espejada, la luz impacta en el
artefacto y en las paredes se observa dibujos que forman burbujas violáceas en
movimiento. En la barra Daniel está chamuyando al cantinero, y le pasa unos australes que juntamos entre
todos. Gira su cuerpo y, en voz baja, nos dice que está todo arreglado que
pidamos lo que se nos antoje.
Le pregunto a Ifrán que pidió, me contesta
un whiscola. Entonces pido lo mismo al mozo.
En ese momento; todos mis amigos miran
conmovidos al puente de la entrada.
Daniel exclama: ¡Miren! ¡Ahí
viene Nancy con dos minas!
Otro añade: ¡Y están rebuenas!
Observo a esa dirección, para ver quiénes
son, y no lo puedo creer.
Con gran asombro
veo que Karina y Patricia son las
amigas que acompañan a Nancy.
Ella está radiante con sus hermosos ojos
grises, su cabellera negra tormenta que
brilla, y su hermosa boca pintada de un furioso rojo. Es un ángel en la
oscuridad. Tiene el poder de la belleza, es un templo para adorar.
Las tres avanzan y se acercan. Simulo
estar distraído como si nunca las hubiera visto.
Nancy se ubica donde hay un grupo de
compañeras y conversan. La pista
comienza a poblarse con la canción:
habitaciones cuadradas de Al Corley, que está muy de moda. El rectángulo de
baile finalmente se llena de gente.
Se acerca Viviana, una compañera, y me
dice «Viste Karina la amiga de Nancy» y
agrega «Está remetida con vos, nos
agarró a todas y pregunta todo el tiempo por
vos».
Estoy convencido que Karina está
interesada en mí, pero mi pusilanimidad
me reprime a actuar.
Ifrán, que oyó el comentario, me dice:
-No seas boludo sácala a bailar.
-Quiero bailar con ella pero ahora no
la veo.
-Allá está
bailando con un tipo.
Levanto el rostro, miro hacia esa dirección y
distingo que el rostro de la vida está bailando. Pero no me atrevo a
interrumpirla.
-Sí
allá está -digo- pero está bailando con otro.
-No seas boludo toma coraje y sácala a
bailar.
En ese instante no tengo tiempo de
reflexionar y debo actuar rápidamente. Lo último que me dijo Ifrán me inquieta y moviliza. Empieza a escucharse cuando pase el temblor de Soda
Stereo, al ser una de mis
canciones favoritas decido ir a la pista
de baile.
Me dirijo al chabón que está bailando
con la belleza, le pregunto sí me deja bailar está canción
con la chica. El accede
y se retira.
Después perciben mis oídos la canción
grande en Japón de Alphaville, a continuación
bailando hasta que se vaya la noche de Fito Páez. Sinceramente me agrada mucho la música que estamos escuchando, y me cuesta
quitar mis ojos de ella mientras
bailamos.
Karina
me mira unos segundos y otra mira
al costado, donde baila su hermana. Mi
corazón late a mil y no sale
ninguna palabra de mi boca. Entonces me
acerco a su oído, para romper el
hielo, le susurro:
-Yo siempre te veo pero ahora te quiero
conocer.
-Me llamo Karina ¿Y vos?
-Me llamo Nelson.
-¿Sos compañero de Nancy?
-Sí
ella es compañera del colegio -y agrego- al igual que mucho de los que
están aquí.
-La verdad es que sos muy tímido.
-Sí,
me cuesta mucho relacionarme con el sexo opuesto.
Esperé una situación oportuna y le digo:
-¿Donde aprendiste a sonreír así?
-No lo sé -dice riéndose.
Cuando la vi por primera vez
pensé si algún día podría
conocer una chica tan linda. Ella sonríe nuevamente y seguimos bailando sin conversar. El
rostro del paraíso me mira fijamente, luego baja su vista. Después me
dice que la espere un minuto que va a la toilette. Le contesto que está bien y me
retiro.
Aunque
me quedé con ganas de seguir
bailando estoy conforme de estar
cerca de ella derrotando al miedo.
Por mi lado me retiro al baño que se encuentra en el subsuelo, debajo de
la barra. Voy en busca de un consejo, como si estuviera ante el síntoma de una
enfermedad desconocida.
Mis compañeros están reunidos y conversando. Ifrán interrumpe y me dice:
-Y como te fue ¿Hablaste con la mina?
-Sí hablé un poco.
-¿Te sonreía? -preguntó otro.
-Sí, por
momentos me miraba y sonreía.
-¡Uh! Esa mina está con vos, sos Gardel
-irrumpe nuevamente Ifrán- no tenes que
desaprovechar esto.
-¿Y que tengo que hacer?
-Tenés que arreglarte con la chica -dice Daniel.
-¿Y como le digo?
-Decile que te gusta mucho
y que queres ser novio de ella.
- Y sino sácala a bailar un lento -añade Ifrán- que enseguida van a comenzar.
-Pero no sé bailar lento.
Entonces Ifrán y Daniel bailan entre ellos. Ifrán dice, «pero no me beses». Y
todos se largan a reír a
carcajadas. Ves, dice Daniel, tenés que
poner un pie en medio de sus
piernas y moverte lentamente. Así fue
como hice un curso acelerado de como bailar un
lento.
Después
Daniel me dice “Bueno yo hago de
mujer y practiquemos.”
-Viste que fácil que es.
-Sí,
pero yo no soy mujer -todos se ríen nuevamente.
Me dirijo a la pista y no la veo. Viviana se arrima y me
dice que Karina está buscándome. La encuentro y le digo:
- Podemos ir a los reservados que necesito
hablar con vos.
-¡Pero ahí están las parejas!
-Es muy importante lo que te tengo que decir.
-Está bien, vamos.
Nos sentamos cerca de una pareja que están
besándose. Nos corrimos y alejamos
un poco de ellos.
-¿Que
música te gusta? -le pregunto.
-De todo un poco.
-Acá están
pasando muy buena música.
-Sí me agrada.
-También me gusta el rock internacional -le digo.
-Hay
un tema lento que me gusta mucho.
-Seguro que es la canción ¿Es esto amor?
de Whitesnake.
-¡Ah! Sí creo que así se llama.
-Y el
rock nacional ¿Te gusta?
-Sí
también. Escuché una canción
de Fricción muy
buena. Creo que se titula Héroes.
-Sí
yo también la escuché -y agrego- la canción es de David Bowie
y ellos adaptaron la letra al castellano ¿Y
cual es tu segundo nombre?
-Elizabeth.
-¿Te gusta leer?
-Sí leo un poco, me gustan las novelas ¿Y a vos?
-Me gustan las novelas de Dostoievski
¿Cuantos años tenes?
-Hace poco cumplí catorce.
-¿Qué es lo que más buscas de un hombre?
-Me fijo que sea bueno.
Después seguimos hablando de otras cosas
que no refiero. Más tarde se hizo una pausa de silencio, tomé un poco de aire,
y le pregunto:
-¿Yo te gusto? le pregunto sin dejar de
mirarla.
-Sí.
-¿Querés ser mi novia?
Karina con cara de
tomate me contesta «Pero como me vas a pedir eso sí apenas nos conocemos». Me quedo como una maquina tildada.
Pienso dentro mío ¿Que hice mal? ¿Por qué algo que era fácil es difícil?
Confieso que se necesita un decodificador para descifrar a las mujeres.
Pasado el mal momento la invito a bailar.
Ella acepta.
Nos
acercamos a la pista, Karina sorprendida me dice:
-¡Pero están pasando lentos!
- Y cual es el problema -respondo enojado.
-Esta bien vamos.
Queda
terminando el tema como un tonto
de Robin Gibb, la tomo de la cintura y ella
me abraza. La llevo al
medio de la pista. Bailamos al ritmo de una canción nueva que no conozco
y que es muy agradable.
En el corazón de la canción Karina retira su rostro de mi mejilla
izquierda, me mira fijamente a los ojos y me besa en la boca.
Ella deja de besarme y mira hacia las
escaleras de arriba, que dan al puente de la entrada. Me dice al oído que Nancy y Patricia le hacen señas
para que vaya con ellas, que tiene que marcharse.
Las tres abandonan el
lugar.
La contradicción de la vida de negarse a
ser mi novia y luego besarme, me sitúa como si fuera testigo de un asesinato.
Derrotado salgo del boliche y me dirijo a
la parada de ómnibus.
En el colectivo me encuentro con Ifrán que
me pregunta:
-¿Che como te fue?
-Hablemos de otra cosa, de ese tema no deseo hablar.
-Pero contame que pasó -y agrega- sí vi que se
besaron en la pista de baile.
-La verdad es que no
la entiendo. Primero me dijo que no
quería ser mi novia porque apenas nos
conocemos y después me besa.
-Pero
no chabón. Cuando te dijo eso, vos tenías que haber retrucado que te de
una oportunidad.
-Era tal mi confusión que no se me ocurrió
pensar en esa respuesta. Pero no importa ¡Ya
fue!
Cansado en la
madrugada, solamente pensaba en
recostar mi cabeza en la
almohada. El colectivo se mueve en el
silencio, lo único que se escucha es la radio.
En los
días que siguen escucho la radio
buscando la canción lenta que bailé con el borde de la belleza.
Finalmente la engancho y la grabo en un
cassette.
Cuando termina el tema el locutor dice: “Esta canción es
para todos los que están
enamorados y se llama cada vez que te vas de Paul Young.”
Es el
tema que tanto buscaba. Una y otra
vez escucho la grabación, en cada
repetición aumenta mi pesar.
Cierro los ojos mientras escucho la cinta y
mágicamente recuerdo el rostro del paraíso. La tristeza me invade y, con ojos
mojados, escribo:
Sensibilidad
Sólo se
que viene
Este
sentimiento
De vacío
Al
no tenerte
No sé
donde estás
Ni
siquiera sé si estás
Extraño tu mirada
Que todavía la siento
Se
que no logro nada
Al recordarte
Sólo me trae tristeza
Si te olvido
Me muero
Y cuando
te recuerdo
Me
desangro
Si te tengo
Y no…
Escucho
varias veces la canción buscando
alguna respuesta que me
explique que es lo que sucedió. Pero no
encuentro ninguna.
Una tarde, a la salida del colegio, tomo
el veintiocho y en la parte posterior del vehículo está sentada la hermana de Karina. Me llama
y me dice que quiere
contarme algo:
-Hola Nelson.
-Hola
¿Cómo estás?
-Yo estoy bien pero no puedo decir lo mismo de vos.
- La verdad es que no me siento bien.
Tengo mucha tristeza.
-Es por lo de Karina ¿No?
-Sí.
-Sabes lo que pasa- dice Patricia para
consolarme- que Karina es virgen y nunca
tuvo novio.
-Entonces decile que me regale una estampita.
Ella se ríe y después cambiamos de tema de conversación.
Cuando llegamos al final del recorrido nos despedimos con un beso en la
mejilla.
En todas las chicas veo clones de Karina.
No sé si tiene cura éste mal que en
todas las minas está grabado su rostro.
La
busco desesperadamente cada noche que salgo para pedirle que me de una
oportunidad. Una madrugada, a la salida de un baile, observo que bajo la
copa de un árbol hay una pareja
besándose. Cuando transito cerca de ellos miro y no lo puedo creer.
Descubro que es Karina, en ese instante quiero que me aplaste un tren.
Ella era mucho para mí, soy un tonto que
creía en los reyes magos.
A partir de allí perdí mi inocencia. Tengo
una gran desconfianza a enamorarme porque sé que en «La
mujer es todo un enigma», como escribía un gran filósofo.
Este desamor me deja el presentimiento que jamás voy a enamorarme
de otra chica. Tengo miedo de
ilusionarme inútilmente.
Los años
van a cicatrizar mi herida abierta y debo seguir mi camino.
Uno siempre está buscando el amor y cuando
lo encuentra quiere conservarlo. Es una lucha interminable.
Pasaron
unos meses. Nancy me contó que Karina y
su familia se mudaron, no la volví a
ver.
Nelson Fediuk