el miserable
"no soy lo
bastante pobre para pedir limosna."
nietzsche
andrés era oriundo de la ciudad de las
diagonales, en el centro de la gran ciudad se alza la catedral cubierta de
torres edificadas por dios. tenía una buena paga de jubilación aunque vivía
como un ermitaño y vestía con harapos. el hombre es un animal de costumbres y
es muy difícil cambiar los hábitos a los que se encuentra sometido. el platense
raras veces soltaba palabras de sus labios. muchas veces se lo veía con las
pupilas dilatadas y los nervios alterados y las noches lo amenazaban como
verdugos detrás de una puerta.
su mujer la había abandonado y nunca volvió,
harta del maltrato económico que recibía. así, a manera de ejemplo, el jefe de
familia destinaba una cuota fija para la comida; además con esa cantidad de
dinero ella tenía que pagar los distintos servicios como también los gastos de
salud y transporte. cosa que evidentemente no alcanzaba. ella salía a trabajar
para darle una buena educación a su hijo, ya que al padre eso no le interesaba.
no se preocupaba siquiera de su propia salud ni de la de ningún miembro de su
familia, mucho menos su educación. él se lamentaba y quejaba mucho cada vez que
tenía que desembolsar dinero, defendía enérgicamente su bolsillo. hacía ya muchos
años que andrés sufría dolores en el corazón; sin embargo nunca fue a consultar
a un médico. provoca más miedo un lobo callado que un perro ladrando.
si siempre se toman las mismas decisiones ante un mismo hecho se produce un eterno
retorno de las circunstancias. para obtener resultados distintos no hay que
hacer siempre lo mismo y la decisión del cambio es ardua. algunos hombres
callan y otros hablan.
siempre se quejaba y decía que tenía una
fuerte personalidad, en realidad confundía las cosas, era caprichoso y una persona muy obstinada. jamás
escuchaba a nadie por más que se le diera la mejor explicación, prefería
responder insultando y agrediendo con golpes. no recibía consejos y hablar con
él era tirar perlas a los cerdos, es decir, era colocar una opinión o
conocimiento en alguien que no iba a ser uso de ello. era inútil hablar con
andrés, no servía de nada, ya que nunca reveía su actitud.
fue el hombre más miserable que conocí, la
tacañería dibujaba su rostro siempre serio y enojado. tenía una precaria vivienda
y todos los días salía por las mañanas con una carretilla a cargarla con pedazos
de ladrillos, papeles, cartones, y todo elemento combustible que encontrara a
su paso. en el barrio no entendían por qué hacía eso como si fuera un ciruja, cuando
llegaba el mediodía con todo lo recopilado hacía fuego y calentaba una cacerola
con cascotes de ladrillo. más tarde cocinaba sobre eso.
el miserable se internaba gravemente en el
policlínico san martín en donde se respeta el silencio. una de las características
de la ciudad capital de la provincia de buenos aires es que sus calles no
tienen nombres sino que se las llaman por número. así, a manera de ejemplo, el
policlínico mencionado se encuentra ubicado entre la intersección de las calle
uno y setenta. los hospitales están inundados de tristeza y héctor vaciaba las
horas impacientes mirando la puerta de la antesala buscando un rostro nuevo,
esa era la gran distracción mientras esperaba sentado en un viejo banco de
madera. las personas son diferentes; una antipatía se obtiene en un día y una
amistad en un mes. el hijo deseaba encontrar algo agradable, quizás... un amor.
allí se revelaba la verdad, ya que su
cuerpo enfrió al no resistir la operación. llamaron al unigénito del hospital
para que reconociera el cuerpo y realizar los distintos trámites
correspondientes.
una vez terminado las diligencias de rigor
le habían entregado al único hijo una valija antigua de cartón y ajustada en el
medio con un cinturón; de la cual nadie sospechaba de su existencia. desató la correa
y la abrió. para su gran sorpresa la encontraba repleta hasta el borde de
billetes húmedos.
era tal la cantidad que héctor se sintió como un gato caminando por el techo y se compró un restaurante con la casa
incluida, también adquirió un automóvil
nuevo. en vida había amontonado fortuna como si fuera fruto de un pecado.
se había llevado el papel moneda a su última
morada. los auxiliares del nosocomio no se imaginaron ni nunca supieron de lo
ocurrido.
nf