sábado, 1 de abril de 2017

el miserable

el miserable

                                                    
 "no soy lo bastante pobre para pedir limosna."
                                                                   nietzsche
  
   
   andrés era oriundo de la ciudad de las diagonales, en el centro de la gran ciudad se alza la catedral cubierta de torres edificadas por dios. tenía una buena paga de jubilación aunque vivía como un ermitaño y vestía con harapos. el hombre es un animal de costumbres y es muy difícil cambiar los hábitos a los que se encuentra sometido. el platense raras veces soltaba palabras de sus labios. muchas veces se lo veía con las pupilas dilatadas y los nervios alterados y las noches lo amenazaban como verdugos detrás de una puerta.
   su mujer la había abandonado y nunca volvió, harta del maltrato económico que recibía. así, a manera de ejemplo, el jefe de familia destinaba una cuota fija para la comida; además con esa cantidad de dinero ella tenía que pagar los distintos servicios como también los gastos de salud y transporte. cosa que evidentemente no alcanzaba. ella salía a trabajar para darle una buena educación a su hijo, ya que al padre eso no le interesaba. no se preocupaba siquiera de su propia salud ni de la de ningún miembro de su familia, mucho menos su educación. él se lamentaba y quejaba mucho cada vez que tenía que desembolsar dinero, defendía enérgicamente su bolsillo. hacía ya muchos años que andrés sufría dolores en el corazón; sin embargo nunca fue a consultar a un médico. provoca más miedo un lobo callado que un perro ladrando.
   si siempre se toman las mismas decisiones  ante un mismo hecho se produce un eterno retorno de las circunstancias. para obtener resultados distintos no hay que hacer siempre lo mismo y la decisión del cambio es ardua. algunos hombres callan y otros hablan.
   siempre se quejaba y decía que tenía una fuerte personalidad, en realidad confundía las cosas,  era caprichoso y una persona muy obstinada. jamás escuchaba a nadie por más que se le diera la mejor explicación, prefería responder insultando y agrediendo con golpes. no recibía consejos y hablar con él era tirar perlas a los cerdos, es decir, era colocar una opinión o conocimiento en alguien que no iba a ser uso de ello. era inútil hablar con andrés, no servía de nada, ya que nunca reveía su actitud.
   fue el hombre más miserable que conocí, la tacañería dibujaba su rostro siempre serio y enojado. tenía una precaria vivienda y todos los días salía por las mañanas con una carretilla a cargarla con pedazos de ladrillos, papeles, cartones, y todo elemento combustible que encontrara a su paso. en el barrio no entendían por qué hacía eso como si fuera un ciruja, cuando llegaba el mediodía con todo lo recopilado hacía fuego y calentaba una cacerola con cascotes de ladrillo. más tarde cocinaba sobre eso.
   el miserable se internaba gravemente en el policlínico san martín en donde se respeta el silencio. una de las características de la ciudad capital de la provincia de buenos aires es que sus calles no tienen nombres sino que se las llaman por número. así, a manera de ejemplo, el policlínico mencionado se encuentra ubicado entre la intersección de las calle uno y setenta. los hospitales están inundados de tristeza y héctor vaciaba las horas impacientes mirando la puerta de la antesala buscando un rostro nuevo, esa era la gran distracción mientras esperaba sentado en un viejo banco de madera. las personas son diferentes; una antipatía se obtiene en un día y una amistad en un mes. el hijo deseaba encontrar algo agradable, quizás... un amor.
    allí se revelaba la verdad, ya que su cuerpo enfrió al no resistir la operación. llamaron al unigénito del hospital para que reconociera el cuerpo y realizar los distintos trámites correspondientes.
   una vez terminado las diligencias de rigor le habían entregado al único hijo una valija antigua de cartón y ajustada en el medio con un cinturón; de la cual nadie sospechaba de su existencia. desató la correa y la abrió. para su gran sorpresa la encontraba repleta hasta el borde de billetes húmedos.
   era tal la cantidad que héctor se sintió como un gato caminando por el techo y se compró un restaurante con la casa incluida,  también adquirió un automóvil nuevo. en vida había amontonado fortuna como si fuera fruto de un pecado.
   se había llevado el papel moneda a su última morada. los auxiliares del nosocomio no se imaginaron ni nunca supieron de lo ocurrido.
  
nf


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