Severina
Mariana es una niña de
cuatro años, tiene lo mejor de la madre y lo peor del padre. Asiste al jardín
de infantes y como toda niña tiene mucho tiempo para jugar sin grandes
preocupaciones. Mariana sostiene una constante plática con una amiga invisible
a los ojos de los demás. Con su imaginaria compañera juegan a las muñecas,
comparten la comida, corren juntas, siempre en fluido diálogo.
Una tarde, después de
pequeños preparativos, la familia está lista para realizar una pequeña travesía
en automóvil con rumbo al supermercado. Lorenzo es dueño de una prominente
barba con el color de la noche. Cuando
llaman a Mariana para que ascienda, en la parte posterior del vehículo, la hija
exclama “Esperen que ella también quiere subir”. La madre accede al juego y
dice, “bueno, dale esperamos a que tu amiga también suba.”
En el trayecto, como es
habitual, Mariana conversa asiduamente con su “amiga”. El padre con diez kilos
de más había tenido una mala mañana en la oficina, gira su cabeza hacia su mujer
y sentencia “Estoy harto de lo que pasa con Mariana”. En el balurdo la madre
para tranquilizarlo responde, “tranquilízate Lorenzo es solo una niña, es
normal lo que hace”. Recorriendo una tensa pausa agrega, “quizás esto se debe a
que nuestra hija no tiene un hermanito con quién hablar.”
Si se quiere cambiar
los resultados hay que hacer cosas diferentes. No satisfecho Lorenzo con ésta
explicación reprende.
-¿Vos no tenés una amiga que estudia
psicología?
-Bueno, sí...
-Porqué no la consultas
mañana, a ver qué dice.
-Está bien mañana la
veo -la nicotina comienza a transpirar por los poros-, así te quedas más
tranquilo.
Al otro día, mientras
Mariana acude al jardín, la madre aprovecha la tarde para visitar a su amiga
estudiante.
Claudia abre la puerta,
tiene puesta una remera de Peligrosos Gorriones. Las dos amigas tienen mucho
que conversar, hace tiempo que no se encuentran. Beben mate acompañados con
bizcochitos de grasa. Conversan en forma distendida sobre trivialidades.
Del bolso saca un
paquete de phillips morris y extrae un cigarrillo. Claudia indica.
-Deja eso, es una mala
costumbre.
-Tenés razón -arroja el pucho sobre la mesa.
La madre de Mariana se
sienta envolviendo una pierna sobre otra.
En un silencio infernal
irrumpe:
-¿Te
puedo preguntar algo sobre lo que vos estudias?
-Claro, pero mira que algunas cosas no se.
-Mi
hija Mariana conversa muy a menudo con un ser imaginario -y pregunta-, ¿es esto
normal?
-Si no hay nada raro en eso –mientras rozo
suavemente su brazo-. No te preocupes.
-¿Me podes comentar algo de lo que has leído
al respecto?
-Mira, quizás vos no lo
vas a creer, pero leí un caso de un niño que afirma que conversaba con su ángel
protector.
-¡Es asombroso! –Y
pregunta nuevamente con mucha curiosidad-,
¿es posible que eso ocurra?
-Y es muy difícil (…)
todo depende de las creencias de cada uno. Los teólogos católicos creen que
todos los humanos tenemos un ángel de la guarda o custodio, que nos son
enviados para ayudarnos a heredad el cielo. En éste caso que te contaba sucedió
que cuando entrevistaron al niño, éste decía que realmente lo veía y tenía
contacto con él.
Las manos de la mamá comienzan a sudar y cambia de tema de conversación. Siguieron hablando de temas domésticos, hasta que finalmente se despidieron con un beso en la mejilla.
Busca a Mariana del
jardín de infantes y regresan juntas al hogar.
Ya en la familiaridad
de la casa interroga la madre:
-¿Tiene nombre tu amiguita?
-Sí, se llama Severina.
-¿Y cómo
es?
Mariana la describe con
la talla, los ojos, la edad, todos los detalles coinciden exactamente con los
rasgos físicos de su hija. Mientras la madre apoya sus dos manos en la boca, la
niña finaliza la descripción diciendo “ A mamá y tiene dos alitas en su espalda.”
nf