miércoles, 13 de agosto de 2014

El hache

El hache
    
   
    Mientras pasaban los abriles en la tumba los ojos del hache clamaban venganza.  En la oscuridad ideaba en su calabaza un plan simple y sencillo para vengar el descanso de Gustavo Zeta.
     El rancho de celda del hache era un ricotero que se la pasaba con la mosca y la sopa y siempre le repetía al hache "Nadie va a escuchar tu remera de Hermética". El hache manoteaba el pasacasete y exclamaba, "ya estoy harto del Indio ahora me toca a mí". Colocaba el casete de Victimas del Vaciamiento que recién le alcanzaba su hermano en la visita. Había una canción que gritaba: "Me jugué por una amigo que al final me abrió una herida... Cosas malas tiene la vida pero ninguna peor que la traición..." Rodaba la cinta cantando "Confié y me cagaron por amistad pero aun sigo, saber es bueno para empezar a hacerse vivo." Mientras escuchaba inmediatamente aparecía la imagen agachada de Gustavo Zeta acostado sobre el vento de la astiya del H.
    Una noche de otoño, a las doce, lo soltaban bajo el régimen de libertad condicional. Aquí percibía la chance de calmar su hemorragia. A la mañana siguiente, mientras se ahogaban las hojas, emprendía la marcha rumbo al quiosco situado a media cuadra de Zeta. Maniataba y ataba al quiosquero encerrándolo en el baño. Tomaba su lugar y despachaba a la clientela mientras esperaba como espera la araña que se enganche la presa.
    A las dos de la tarde se arrimaba Gustavo Zeta a la ventanilla y pedía un phillips morris. El hache extraía el fierro del bolsillo interno de la campera y rebatía "Aquí tenés tu corchito". Un confite se abría paso en la frente y emergía expulsado por la nuca. El hache surgía de su fachada y vaciaba todo el cargador de la empavonada sobre el fiambre de Gustavo Zeta.
    El barrio sacudía y se encontraba atestado de azules.  El quiosquero liberado insistía todo el tiempo "No a mi no me hizo nada y no se robo la guita...  Todo está en su lugar."


NF

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