Kierkegaard
y Schopenhauer
Lo más importante es encontrar una verdad
que sea para mí. ¿De qué me sirve encontrar una verdad a través de otro?
El
conocimiento debe alcanzarse intencionalmente y de una experiencia adquirida
por uno mismo; otro no puede tener el saber que adquirí ni las experiencias por
las cuales pasaron mi vida.
Kierkegaard pone énfasis en el contacto individual con la divinidad, al
margen de la mediación de la iglesia entre ambos. El danés lleva al extremo la
relación íntima y personal con Dios.
Schopenhauer y Kierkegaard coinciden en
situar el origen del pensar humano no el pensamiento mismo, más bien, en el
sentimiento: el sentir y el deseo es lo fundamental. Ellos consideran que el discernimiento
no es puramente abstracto (racional). Y comparten que el conocimiento se motiva
y basa en la experiencia directa y personal de la vida, en la dimensión
interior por vía intuitiva. El pensamiento debe ser una reflexión a partir de
lo que se experimenta en la vida a través del padecimiento. La búsqueda de
placeres precipitan en la frustración y el sufrimiento. Estos dos grandes
pensadores buscan una salida a este circuito de sufrimiento y dolor.
Arthur recomienda reprimir los deseos,
renunciar a las ambiciones y compadecer a los demás -en suma, a suprimir la voluntad y el deseo.
Soren, en cambio, propone la interioridad subjetiva -con la afirmación y el deseo;
el fin es acercarse a Dios trascendente, personal y amoroso.
Kierkegaard (1813 - 1855) llegó a tener un
conocimiento tardío de Schopenhauer (1788 - 1860), en su diario en 1854
expresó: "A. S. es sin duda un
escritor destacado; me ha interesado mucho y me asombra encontrar un autor que,
a pesar de un desacuerdo absoluto, me afecta en tantos puntos."
Sin duda estos dos grandes filósofos contemporáneos,
que no conocieron bien sus respectivas obras, se habrían respetado.
Según el pensador alemán, el mundo se manifiesta como voluntad de vivir;
este querer supone insatisfacción y dolor. La voluntad de vivir es insaciable.
Kierkegaard considera que la existencia y el cambio no pueden pensarse y
propone que existen tres estadios morales y filosóficos: estético, ético y
religioso. El cambio de un estadio a otro, afirma, son voluntarios y se dan con
un salto cualitativo. Estos saltos son movimientos de fondos psicológicos y
espirituales de la interioridad personal. Los saltos son y deben ser
individuales; no hay que esperar que lo haga otro.
El ser que se entrega al goce de la vida
inmediata termina experimentando en su interior insatisfacción y tristeza, es
decir, melancolía. El ser que padece melancolía se halla ante una alternativa, asevera
el filósofo danés, abrazar la fe religiosa o sumirse en la desesperación. La
desesperación representa perder la espiritualidad (perder a Dios) y perderse a
sí mismo.
Prosigue expresando que se alcanza la
desesperación cuando se toca fondo en la existencia estética y, de tal modo, el
individuo se reconoce como espíritu. Este reconocimiento de sí mismo, producido
por la melancolía o desesperación, es doloroso y experimenta el pecado y el
arrepentimiento. Esa lucha es el arrepentimiento en dirección al pasado, la familia
y la especie; en este descubrimiento el pecado en el interior causa angustia.
Pero así como interiormente el individuo reconoce la angustia del pasado, percibe
al mismo tiempo su naturaleza libre. Entonces tenemos el pasado como culpa y el
futuro como libertad. Afirma Kierkegaard que el bien y el mal solo son posibles
si el ser es libre.
Según el estadio que se encuentre el
individuo es la categoría de sentimiento y pensamiento, en otras palabras: En
el estadio estético rige la oposición: placer - dolor; en el estadio ético el
binomio moral: bien - mal; y en el estadio religioso el par: pecado - fe.
A continuación, el danés, describe que se
sale de la esfera estética y se accede a la ética cuando se asume el
arrepentimiento, la obligación y el compromiso, que reemplazan al deseo de
vivir el instante. El sujeto se elige a sí mismo aceptando el compromiso y la
individualidad. En este estadio el individuo acata voluntariamente las normas
que él mismo se ha impuesto, es una elección de carácter moral que consiste en
el cumplimiento del deber (hacer lo que se debe). Kierkegaard lo caracteriza
como vivir no según los deseos sino según las normas morales.
Si el individuo se sustrae de la sensualidad
y se elige a sí mismo es capaz de propiciar la apertura hacia la divinidad
mediante la experiencia directa y el apasionamiento irreflexivo. La elección,
en caso de ocurrir, es necesariamente libre y comprometida. "Cuando un
hombre no puede elegir, deja de ser un hombre."
Kierkegaard siente que la verdadera alternativa
se encuentra entre los dos estadios fuertes: El estético y el religioso; ya que
alguien con una vida estrictamente moral en su interior ya está participando
del estadio religioso. Lo contrario, una vida moral que no coincide con los
actos exteriores pertenecen a la esfera estética.
En el pensamiento del danés, la entrada a la
esfera religiosa es la forma más elevada de individualidad y sucede con el
salto de la fe. Es una vivencia límite que se experimenta interiormente y no se
puede transmitir con palabras. Aquí nos encontramos con un misterio incomunicable
por vía conceptual, porque la fe es irracional y es ahí donde termina el
pensamiento.
Lo contrario al pecado es la fe, sostiene
Kierkegaard (a diferencia de los cristianos que afirman que consiste en la
virtud). La aceptación de la fe implica no tener ninguna garantía, ni prueba,
ni certeza. O se acepta totalmente o se rechaza de plano que Jesucristo es Dios
y hombre al mismo tiempo. Esa paradoja es absoluta e incomprensible para la
razón.
Concluye el filósofo danés dilucidando que
el camino es angosto y solitario. Se prescinde de cualquier compañía y
aceptación humana; por eso llama a este individuo "caballero de la
fe" ya que es una vivencia solitaria y espiritual.
El caballero de la fe no está llamado a
cumplir ningún acto visible, ningún rito, ni ceremonia. Ni siquiera debe
adoptar un modo de vida exterior, ya que no se distingue por rasgos externos.
Tampoco debe ser un ermitaño. No se preocupa por la aprobación de los demás, ni
ambiciona éxito alguno. Llega a ser un individuo que tiene una relación íntima
con Dios.
Kierkegaard junto con Schopenhauer son los
dos pensadores que más han penetrado en la cultura contemporánea. Schopenhauer
es citado como el filósofo del pesimismo y Kierkegaard suele ser citado como el
pensador de la angustia y la desesperación. Muchos identifican a estos dos
caballeros por su desesperanza hacia la especie humana y el tenebroso camino de
la espiritualidad que proponen. La diferencia, tal vez, es que el danés muestra
una salida espiritual (estadio religioso) de una vida plena y luminosa.