martes, 1 de diciembre de 2015

Visión de Kierkegaard y Schopenahuer

  Kierkegaard y Schopenhauer
 
   Lo más importante es encontrar una verdad que sea para mí. ¿De qué me sirve encontrar una verdad a través de otro?
    El conocimiento debe alcanzarse intencionalmente y de una experiencia adquirida por uno mismo; otro no puede tener el saber que adquirí ni las experiencias por las cuales pasaron mi vida.
   Kierkegaard pone énfasis en el contacto individual con la divinidad, al margen de la mediación de la iglesia entre ambos. El danés lleva al extremo la relación íntima y personal con Dios.
   Schopenhauer y Kierkegaard coinciden en situar el origen del pensar humano no el pensamiento mismo, más bien, en el sentimiento: el sentir y el deseo es lo fundamental. Ellos consideran que el discernimiento no es puramente abstracto (racional). Y comparten que el conocimiento se motiva y basa en la experiencia directa y personal de la vida, en la dimensión interior por vía intuitiva. El pensamiento debe ser una reflexión a partir de lo que se experimenta en la vida a través del padecimiento. La búsqueda de placeres precipitan en la frustración y el sufrimiento. Estos dos grandes pensadores buscan una salida a este circuito de sufrimiento y dolor.
   Arthur recomienda reprimir los deseos, renunciar a las ambiciones y compadecer a los demás  -en suma, a suprimir la voluntad y el deseo. Soren, en cambio, propone la interioridad subjetiva -con la afirmación y el deseo; el fin es acercarse a Dios trascendente, personal  y amoroso.
   Kierkegaard (1813 - 1855) llegó a tener un conocimiento tardío de Schopenhauer (1788 - 1860), en su diario en 1854 expresó: "A. S.  es sin duda un escritor destacado; me ha interesado mucho y me asombra encontrar un autor que, a pesar de un desacuerdo absoluto, me afecta en tantos puntos."
   Sin duda estos dos grandes filósofos contemporáneos, que no conocieron bien sus respectivas obras, se habrían respetado.
   Según el pensador alemán,  el mundo se manifiesta como voluntad de vivir; este querer supone insatisfacción y dolor. La voluntad de vivir es insaciable. Kierkegaard considera que la existencia y el cambio no pueden pensarse y propone que existen tres estadios morales y filosóficos: estético, ético y religioso. El cambio de un estadio a otro, afirma, son voluntarios y se dan con un salto cualitativo. Estos saltos son movimientos de fondos psicológicos y espirituales de la interioridad personal. Los saltos son y deben ser individuales; no hay que esperar que lo haga otro.
   El ser que se entrega al goce de la vida inmediata termina experimentando en su interior insatisfacción y tristeza, es decir, melancolía. El ser que padece melancolía se halla ante una alternativa, asevera el filósofo danés, abrazar la fe religiosa o sumirse en la desesperación. La desesperación representa perder la espiritualidad (perder a Dios) y perderse a sí mismo.
   Prosigue expresando que se alcanza la desesperación cuando se toca fondo en la existencia estética y, de tal modo, el individuo se reconoce como espíritu. Este reconocimiento de sí mismo, producido por la melancolía o desesperación, es doloroso y experimenta el pecado y el arrepentimiento. Esa lucha es el arrepentimiento en dirección al pasado, la familia y la especie; en este descubrimiento el pecado en el interior causa angustia. Pero así como interiormente el individuo reconoce la angustia del pasado, percibe al mismo tiempo su naturaleza libre. Entonces tenemos el pasado como culpa y el futuro como libertad. Afirma Kierkegaard que el bien y el mal solo son posibles si el ser es libre.
   Según el estadio que se encuentre el individuo es la categoría de sentimiento y pensamiento, en otras palabras: En el estadio estético rige la oposición: placer - dolor; en el estadio ético el binomio moral: bien - mal; y en el estadio religioso el par: pecado - fe.
   A continuación, el danés, describe que se sale de la esfera estética y se accede a la ética cuando se asume el arrepentimiento, la obligación y el compromiso, que reemplazan al deseo de vivir el instante. El sujeto se elige a sí mismo aceptando el compromiso y la individualidad. En este estadio el individuo acata voluntariamente las normas que él mismo se ha impuesto, es una elección de carácter moral que consiste en el cumplimiento del deber (hacer lo que se debe). Kierkegaard lo caracteriza como vivir no según los deseos sino según las normas morales.
   Si el individuo se sustrae de la sensualidad y se elige a sí mismo es capaz de propiciar la apertura hacia la divinidad mediante la experiencia directa y el apasionamiento irreflexivo. La elección, en caso de ocurrir, es necesariamente libre y comprometida. "Cuando un hombre no puede elegir, deja de ser un hombre."
   Kierkegaard siente que la verdadera alternativa se encuentra entre los dos estadios fuertes: El estético y el religioso; ya que alguien con una vida estrictamente moral en su interior ya está participando del estadio religioso. Lo contrario, una vida moral que no coincide con los actos exteriores pertenecen a la esfera estética.
   En el pensamiento del danés, la entrada a la esfera religiosa es la forma más elevada de individualidad y sucede con el salto de la fe. Es una vivencia límite que se experimenta interiormente y no se puede transmitir con palabras. Aquí nos encontramos con un misterio incomunicable por vía conceptual, porque la fe es irracional y es ahí donde termina el pensamiento.
   Lo contrario al pecado es la fe, sostiene Kierkegaard (a diferencia de los cristianos que afirman que consiste en la virtud). La aceptación de la fe implica no tener ninguna garantía, ni prueba, ni certeza. O se acepta totalmente o se rechaza de plano que Jesucristo es Dios y hombre al mismo tiempo. Esa paradoja es absoluta e incomprensible para la razón.
   Concluye el filósofo danés dilucidando que el camino es angosto y solitario. Se prescinde de cualquier compañía y aceptación humana; por eso llama a este individuo "caballero de la fe" ya que es una vivencia solitaria y espiritual.
   El caballero de la fe no está llamado a cumplir ningún acto visible, ningún rito, ni ceremonia. Ni siquiera debe adoptar un modo de vida exterior, ya que no se distingue por rasgos externos. Tampoco debe ser un ermitaño. No se preocupa por la aprobación de los demás, ni ambiciona éxito alguno. Llega a ser un individuo que tiene una relación íntima con Dios.

   Kierkegaard junto con Schopenhauer son los dos pensadores que más han penetrado en la cultura contemporánea. Schopenhauer es citado como el filósofo del pesimismo y Kierkegaard suele ser citado como el pensador de la angustia y la desesperación. Muchos identifican a estos dos caballeros por su desesperanza hacia la especie humana y el tenebroso camino de la espiritualidad que proponen. La diferencia, tal vez, es que el danés muestra una salida espiritual (estadio religioso) de una vida plena y luminosa.


  

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