Aprendiendo a
pecar
"... el mundo nos convierte en locos."
Charles Bukowski
Me llamo Nelson soy de
acuario, también soy haragán. Hay personas que comparten mi sangre y, sin
embargo, me resultan extrañas. Un día me toca pasar al mástil para arriar la
bandera. Suena la campana y, ante el silencio, paso al frente. Intento
desanudar los nudos rápidamente, sin embargo pasa el tiempo y mi cara se torna
color tomate. Me encuentro como un niño en medio de una batalla. Ante mi
incompetencia el primer escolta me ayuda a deshacer los groseros nudos que
hicieron los del turno de la mañana. Fue tal mi vergüenza, por la demora, que a
partir de aquello únicamente estudio lo suficiente para aprobar las materias. Como extraño emborracharme.
Si siempre ocurre lo
mismo no hay que esperar un resultado distinto.
Rita, una amiga y vecina del barrio, tiene
como apodo cebra, porque tiene cara de caballo, es rayada, y no se deja montar.
Un martes me dice:
-Vos vas a un colegio de locos.
- ¿Porqué lo decís?
–pregunto.
-Cada vez que paso
cerca de la escuela de comercio uno -echa una sonrisa cómplice-, escucho un
griterío enorme como si proviniera del infierno.
Una tarde concurrimos
cinco compañeros a lo de Daniel (la habitación tiene entrada independiente por
el garaje) y nos pregunta el dueño ¿Qué hacen acá a esta hora? Ifrán explica
“Es que faltaron la profe de química y el de contabilidad”. Agacha la sabiola
Daniel y murmura “Mira vos que mala leche -rascándose-, yo no fui porque no
había preparado el trabajo de contabilidad”. Nos burlamos de eso, luego nos
hace pasar. Al rato decidimos alquilar una película en video, pero tomamos la
muy mala decisión de ir tres. En el videoclub pasamos media hora discutiendo sobre
qué película alquilar. Finalmente optamos por la comedia Despedida de Solteros.
Lorenzo pregunta ¿Che
Daniel, Power está muy cerca de acá? Responde “Jijiji, ya sé porque lo
preguntas. Sí al lado de mi vecino, únicamente una vez me pude colar”. ¿Cómo lo
hiciste?, interroga nuevamente Lorenzo. “Primero salte el muro de mi vecino,
después salte otro muro y di con el patio del boliche. El botón justo no estaba
por eso zafe. Pero es muy jodido, casi todas las noches está vigilado.”
Cuando junto un poco de
dinero, a la salida del colegio, me reúno con Lorenzo a tomar una cerveza con
coca en la vereda de un kiosco, el comerciante nos facilita una jarra bagatela para
realizar la mezcla.
-Che te gustaría ser
fotógrafo de playboy -le digo a Lole.
-¡Fa! Ese sí que sería
un buen laburo.
Tercamente pronuncio
que se saque las patillas. Posteriormente se las afeito pero se rasura de más.
Se estila afeitarse a la altura superior de la oreja, él se afeito crecidamente
arriba.
Los jueves a las siete
de la tarde, con mi fiel compinche de cacería, nos congregamos en el murito de
la entrada del club alemán y sentados junamos, a través de una reja, a las
chicas con minifaldas que practican patín. Mientras fumamos Lole exclama,
"viste las gambas que tienen..., parecen las piernas de Maradona."
Cuando caminamos por el
centro, Lole me señala:
-Che ¿Viste como te
miraba una morocha?
-Sí... Y eso que no me
afeité.
Después nos despedimos
con un apretón de manos y tomamos calles diferentes. Siempre regreso a mi cueva
solo como un gato.
Un sábado que no
tuvimos noticia de ninguna fiesta privada resolvemos con Lorenzo ir a lo de
Daniel a ver si tiene alguna dato. Salir el sábado por la noche constituye
nuestra religión.
Daniel nos recibe con
la nueva adquisición. Es un disco compilado de los simples de The Cure, la tapa
del vinilo es un viejo.
-Hay un
quince en el Rotary Club -dice Daniel.
-¡Uh!, pero es lejos
-digo.
-Es el único dato que
tengo.
-Vamos caminando
ahora... Así llegamos.
-El problema es el tema
de la seguridad..., si esta el cana de
la garita sonamos.
-Y vamos a probar, de
última vamos al boliche.
-Bueno, termina el
disco y arrancamos.
Después de caminar sin
reposo cuatro kilómetros hemos llegado al club. Un perro lánguido nos muestra
los dientes. Bandeamos un caminito de entrada y sale de la garita un cabo. Nos
detiene el paso y dice:
-¿Tienen tarjeta?
-No, somos amigos de la
cumpleañera.
-¡No me interesca lo que ustedes piensen!
Nos revolcamos de la
risa de su respuesta. El petulante, muy enojado, agrega “Y ya se van o los
llevo a todos a la comisaría”. A veces es conveniente no suplicar y pegamos la
retirada sonriendo. Cuando empezamos a salir el vigilante llama por radio y
apuramos la marcha. Lorenzo con la comisura de los labios hacia abajo canta:
Esquivando patrullas
de la noche enferma...
A diez metros se
detiene un colectivo urbano que por suerte lo abordamos.
-Menos mal que
enganchamos el bondi -señala Daniel.
-Si estaba llamando con
la radio el guacho.
-¿Vamos al boliche?
-acoto.
-No tengo guita y
además mira -expresa Lorenzo mostrando los bolsillos vacíos.
-Uh, sos boludo, como
vas a salir con zapatillas. Al boliche no podes entrar.
Mientras viajamos
hablo sobre El amor, las mujeres y la muerte de Arthur Schopenhauer, un libro
que leo en mis ratos libres. Daniel exclama: ¡Que grandes ideas!
Los fanáticos
religiosos leen un solo libro.
Lorenzo baja antes, con
los ojos sigo la silueta del amigo que se aleja. Daniel y yo apeamos cerca de
Power. En un muro de calle céntrica tiene escrito una leyenda que reza
"Jesús te ama". Cerca de nosotros dos perros feos nos ladran.
A tres cuadras del
boliche nos cruzamos a un chabón de nuestra edad que nos frena y comenta:
-¿Van a la sociedad
israelita?
-No -respondimos en coro
los dos.
-Porque hay allá un
quince -y agrega el desconocido-, pero es una mierda. No hay chupi y las minas
que hay son pocas y feas.
Asombrados por el
comentario expreso.
-Bueno gracias por la
información, pero no íbamos para allá.
Los dos sabemos que el
boliche es una mierda, igualmente, ingresamos secos al local. Dimos unas
vueltas y rebotamos con todas. En un baile la mayoría de las minas tienen el
síndrome de la abeja reina, se creen que son unas reinas y en realidad son un
bicho. Daniel se encuentra con Claudia (una chica que es de nuestro mismo año,
pero de distinto curso). Baila varias canciones con ella, yo sigo sin encontrar
pareja de baile. Se mueven cuerpos sudorosos con canciones como La máquina de
amor de Gene Loves Jezebel, Hablando en tus sueños de The Romantics y Domingo a
la mañana de The Bolshoi.
Hay un pequeño puente
con barandas de hierro, desde abajo observo un buen culo entangado con la V de
la victoria. ¡Banzai!
Cuando vienen los
lentos veo una gordita solitaria con minifalda roja y medias marrones apoyada
sobre una columna, la invito a bailar y acepta con ojos de gata.
A veces hay que
tragarse el orgullo.
La abrazo y era tan
grande su cintura que mis manos no se pueden encontrar detrás, a la siguiente
canción la despido ya que no sentía sus pechos y era como abrazar un barril.
A veces es mejor abandonar las cosas sin dar
explicaciones.
A las cinco de la
mañana el rocío baña las calles y nos retiramos con Dani del boliche. Daniel me
señala:
-Te acordás de
Gabriela, la prima de Claudia.
- “Mas o menos”
-haciéndome el tonto.
-Jijiji..., no te vas acordar, iba al otro tercero.
-Sí, la recuerdo.
-Claudia me contó que
Gabriela siempre estuvo enamorada de vos.
-Nunca lo supe -y
agrego-, no creas en todas las cosas que te digan.
Me despido de Daniel
con sabor amargo en todo el cuerpo. Es inútil llorar por lo perdido. La mujeres
son insensatas, todas anidan rencor y venganza en su corazón. Y sí... las
mujeres también se enamoran. Cada uno juega con las cartas que le tocan. Nace
de nuevo el maldito sol y me golpea como luces rojas de un patrullero. Camino lánguidamente
entonando:
Las voces de discoteca no tienen cabida
en esta movida
yo repudio toda esa careta de mersa coqueta
Con la cabeza gacha y los
ojos clavados en el suelo maldigo como un condenado diciéndome varias veces
"Que boludo, porque no me la encare a la mina cuando pude… soy un boludo,
siempre fui un boludo."
Es una mala broma del destino. Lo más fácil es
rendirse.
Abro la puerta, doy
unas vueltas, me tiro un pedo y me acuesto en mi fría cama.
NF
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