Segunda noche en el infierno
Unas personas desconocidas me condujeron a
un lugar tenebroso. El hedor es intolerable y la sensación en el cuerpo es horrible
(nervios y temblores en toda la piel, un ligado de párkinson y epilepsia). Observo
que un ser jorobado es comido y succionado por el demonio que lo desea (puede
ser cualquiera), es una sensación espantosa. En la espalda, en la jibá, lleva un muerto al
que está aferrado. Juntos forman una sola unidad. Los demonios mastican las
entrañas del cuerpo elegido. Inmediatamente las entrañas, a pesar de las
mordidas, vuelven a crecer. Otros liban y chupan.
Hasta aquí era únicamente un espectador de
este atroz espectáculo. Pero, de repente, siento un enorme peso en mi espalda y
comienzo a caminar en círculos con los demás. Miro hacia atrás, somos devorados
y chupados por los agentes infernales. Giro y veo nítidamente (con mucho
asombro) que la carga que está en mi espalda… soy yo mismo, muerto.
Cuando me veo a mi mismo muerto me
incorporo de la pesadilla. Temblando de pánico y de miedo.
El infierno existe y es horrible.
Una voz, después, me dice que el infierno y
los demonios son vías que necesitan algunos para acceder a la luz y a Dios. El
camino siempre es bueno si conduce a Jesús.
NF
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