martes, 1 de noviembre de 2016

Paso prohibido

 Paso prohibido

    La selva misionera es continuadora de la amazónica. El sol lame la copa de los árboles y la vegetación es abundante. Existe una gran variedad de insectos (productos del calor y la humedad), entre ellos se encuentra el mbarigüí. Es un mosquito pequeño y negro que pica muy fuerte, atacan en grupos de miles y no dejan de chupar sangre hasta que se los matan. Por esta razón –a pesar del apremiante calor- las personas que se introducen en la selva convenientemente se visten con un atuendo grueso para abrigarse de ésta molestia. Esta clase de mosquitos duran todo el día y todos los días del año. Sobre las piedras desnudas iguanas y lagartijas beben sol. Este mundo no ha sido creado para la felicidad del hombre y la selva ignora el pasado. Nadie ingresa al mundo sin llorar. Para la selva la muerte es indiferente, no importa si todos morimos.
    Los leñadores, al comienzo de sus labores, siempre observan hacia las copas de los árboles para no encontrarse con una desagradable.
   Hay una franja de territorio que posee una extensa arboleda y una empresa maderera aprovecha sus recursos para explotarla. Los leñadores buscan (especialmente) lapachos y quebrachos de madera muy dura para talar por su. Como el lugar ofrece muchos peligros hay una cinta de seguridad que fija el paso de.
    El mayor peligro es el acecho del yaguareté o tigre misionero, aunque se encuentra en peligro de extinción se puede topar con uno. También existen otros riesgos como las yararás y las víboras corales que son muy venenosas, su mordida produce un terrible dolor y si no se aplica a tiempo el antídoto provoca el paso a. Los pajonales son ricos en víboras.
   En pequeños grupos de dos o tres individuos se reúnen los leñadores (jamás están solos), primero desnudan al árbol y las hojas caen como lágrimas refregadas contra sobrevivientes vecinos, luego lo derriban acompañando con un sapucai la caída. Los rayos del sol abren caminos entre los árboles muertos y descubren la tierra colorada.
   Un talador que tiene un llamado de la naturaleza dio aviso a su compañero que por un momento va a cruzar la cinta, ya que el campamento dista a unos setecientos metros y la urgencia es. Este le expresa que no se demore porque es muy arriesgado. Las equivocadas decisiones tienen malas consecuencias y hay cierto género de personas que si intentas salvarlas se enojan.
   Transcurre una hora y el leñador no. Comenzó el camarada a gritar el nombre de pila del ausente, pero no se oye ninguna respuesta. Las ramas de los arbustos tiemblan. Está cayendo el sol y alarmado fue a solicitar ayuda al campamento, ya que es una situación que no puede manipular una sola persona. Ir a buscarlo solo es tan absurdo como desear algo que ya se tiene.
   Arriba un grupo de cazadores con itacas, rifles, y perros de rastreo. La luna lechosa comienza a despertar en un cielo azulado. Junto a las voces compasivas de búsqueda se escucha el croar de los sapos, el característico silbido de las ranas, y se percibe.
    Al pasar una hora la preocupación y la tristeza se adueña de.
   Una escuadrilla escucha crack - crack en un pastizal, un vaqueano se adelanta y encuentra a enorme anaconda con dos piernas humanas en su boca. Los cazadores logran matar al reptil, intentando inútilmente rescatar con vida a.

NF


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